Primer final
No es necesario decir que Mago Giró no cerró ningún negocio aquel día. El mundo había cambiado demasiado desde los tiempos en que lo recorría regularmente, como viajante de comercio especializado en magia. Tras la lámpara, el teléfono y el televisor, el pobre mago descubrió cien maravillas más que en otros tiempos habrían dado trabajo a mil magos y, en cambio ahora, las tenía en casa la gente normal y las dirigía oprimiendo un botón.
El mago decidió informarse mejor sobre las cosas del mundo, para lo que compró un montón de periódicos. Así descubrió que la competencia aún no había llegado a muchas partes del planeta. Todavía quedaban lugares sin luz eléctrica, sin teléfono, sin comodidades, habitados por pobre gente que no tenía dinero para comprarse las magias modernas.
«Estupendo —pensó el mago frotándose las manos, de las que inmediatamente brotaron un sinfín de chispas—. Iré a esos países, allá aún tengo mucho que hacer, allí aún debe sentirse respeto por los buenos viejos magos de otro tiempo.»