Tercer final
¡Qué lección la de aquel día para Mago Giró! Si hubiera sido un tonto se habría desanimado. Pero no era tonto. Comprendió que las maravllas descubiertas en casa de aquella señora no eran obras de magia sino descubrimientos científicos. Y como tenía también mucha imaginación, se dijo:
—Mira las cosas que han inventado los hombres sin la varita mágica, sólo con el cerebro y el trabajo de sus manos. Pero a saber cuántas se podrán inventar todavía. Voy a presentar mi dimisión como mago, convertirme en un hombre corriente y estudiar para descubrir algo nuevo.
Para presentar la dimisión de mago no fue ni siquiera necesario que escribiese una carta a la sociedad de magos. Bastó con que tirara a la primera cuneta de la carretera el hatillo con sus chirimbolos encantados, ya inútiles. Después se encaminó hacia su nueva vida más ligero y contento.