Trastorno que
surge como respuesta tardía o diferida a un
acontecimiento estresante o a una situación (breve o
duradera) de naturaleza excepcionalmente amenazante o
catastrófica, que causarían por sí mismos malestar
generalizado en casi todo el mundo (por ejemplo,
catástrofes naturales o producidas por el hombre,
combates, accidentes graves, el ser testigo de la muerte
violenta de alguien, el ser víctima de tortura,
terrorismo, de una violación o de otro crimen). Ciertos
rasgos de personalidad (por ejemplo, compulsivos o
asténicos) o antecedentes de enfermedad neurótica, si
están presentes, pueden ser factores predisponentes y
hacer que descienda el umbral para la aparición del
síndrome o para agravar su curso, pero estos factores no
son necesarios ni suficientes para explicar la aparición
del mismo.
Las características típicas del trastorno de estrés
post-traumático son: episodios reiterados de volver a
vivenciar el trauma en forma de reviviscencias o sueños
que tienen lugar sobre un fondo persistente de una
sensación de "entumecimiento" y embotamiento emocional,
de despego de los demás, de falta de capacidad de
respuesta al medio, de anhedonia y de evitación de
actividades y situaciones evocadoras del trauma. Suelen
temerse, e incluso evitarse, las situaciones que
recuerdan o sugieren el trauma. En raras ocasiones
pueden presentarse estallidos dramáticos y agudos de
miedo, pánico o agresividad, desencadenados por
estímulos que evocan un repentino recuerdo, una
actualización del trauma o de la reacción original
frente a él o ambos a la vez.
Por lo general, hay un estado de hiperactividad
vegetativa con hipervigilancia, un incremento de la
reacción de sobresalto e insomnio. Los síntomas se
acompañan de ansiedad y de depresión y no son raras las
ideaciones suicidas. El consumo excesivo de sustancias
psicotropas o alcohol puede ser un factor agravante.
El comienzo sigue al trauma con un período de latencia
cuya duración varía desde unas pocas semanas hasta meses
(pero rara vez supera los seis meses). El curso es
fluctuante, pero se puede esperar la recuperación en la
mayoría de los casos. En una pequeña proporción de los
enfermos, el trastorno puede tener durante muchos años
un curso crónico y evolución hacia una transformación
persistente de la personalidad.
Pautas para el diagnóstico
Este trastorno no debe ser diagnosticado a menos que
no esté totalmente claro que ha aparecido dentro de los
seis meses posteriores a un hecho traumático de
excepcional intensidad. Un diagnostico "probable" podría
aún ser posible si el lapso entre el hecho y el comienzo
de los síntomas es mayor de seis meses, con tal de que
las manifestaciones clínicas sean típicas y no sea
verosímil ningún otro diagnóstico alternativo (por
ejemplo, trastorno de ansiedad, trastorno
obsesivo-compulsivo o episodio depresivo). Además del
trauma, deben estar presentes evocaciones o
representaciones del acontecimiento en forma de
recuerdos o imágenes durante la vigilia o de ensueños
reiterados. También suelen estar presentes, pero no son
esenciales para el diagnóstico, desapego emocional
claro, con embotamiento afectivo y la evitación de
estímulos que podrían reavivar el recuerdo del trauma.
Los síntomas vegetativos, los trastornos del estado de
ánimo y el comportamiento anormal contribuyen también al
diagnóstico, pero no son de importancia capital para el
mismo.
