La
característica esencial de este trastorno es la
presencia de pensamientos obsesivos o actos compulsivos
recurrentes. Los pensamientos obsesivos son ideas,
imágenes o impulsos mentales que irrumpen una y otra vez
en la actividad mental del individuo, de una forma
estereotipada. Suelen ser siempre desagradables (por su
contenido violento u obsceno, o simplemente porque son
percibidos como carentes de sentido) y el que los padece
suele intentar, por lo general sin éxito, resistirse a
ellos. Son, sin embargo, percibidos como pensamientos
propios, a pesar de que son involuntarios y a menudo
repulsivos. Los actos o rituales compulsivos son formas
de conducta estereotipadas que se repiten una y otra
vez. No son por sí mismos placenteros, ni dan lugar a
actividades útiles por sí mismas. Para el enfermo tienen
la función de prevenir que tenga lugar algún hecho
objetivamente improbable. Suele tratarse de rituales
para conjurar el que uno mismo reciba daño de alguien o
se lo pueda producir a otros. A menudo, aunque no
siempre, este comportamiento es reconocido por el
enfermo como carente de sentido o de eficacia, y hace
reiterados intentos para resistirse a él. En casos de
larga evolución, la resistencia puede haber quedado
reducida a un nivel mínimo. Casi siempre está presente
un cierto grado de ansiedad. Existe una íntima relación
entre los síntomas obsesivos, en especial pensamientos
obsesivos, y la depresión. Los enfermos con trastornos
obsesivo-compulsivos tienen a menudo síntomas depresivos
y en enfermos que sufren un trastorno depresivo
recurrente a menudo se presentan pensamientos obsesivos
durante sus episodios de depresión. En ambas situaciones
el incremento o la disminución en la gravedad de los
síntomas depresivos se acompaña por lo general por
cambios paralelos en la gravedad de los síntomas
obsesivos.
El trastorno obsesivo-compulsivo es tan frecuente en
varones como en mujeres y la personalidad básica suele
tener rasgos anancásticos destacados. El comienzo se
sitúa habitualmente en la infancia o al principio de la
vida adulta. El curso es variable y, en ausencia de
síntomas depresivos significativos, tiende más a la
evolución crónica.
Pautas para el diagnóstico
Para un diagnóstico definitivo deben estar presentes y
ser una fuente importante de angustia o de incapacidad
durante la mayoría de los días al menos durante dos
semanas sucesivas, síntomas obsesivos, actos compulsivos
o ambos. Los síntomas obsesivos deben tener las
características siguientes:
a)
Son reconocidos como pensamientos o impulsos propios.
b) Se presenta una resistencia ineficaz a por lo
menos uno de los pensamientos o actos, aunque estén
presentes otros a los que el enfermo ya no se resista.
c) La idea o la realización del acto no deben ser
en sí mismas placenteras (el simple alivio de la tensión
o ansiedad no debe considerarse placentero en este
sentido).
d) Los pensamientos, imágenes o impulsos deben
ser reiterados y molestos.
Con predominio de pensamientos o rumiaciones obsesivos
Pueden tomar la forma de ideas, imágenes mentales o
impulsos a actuar. Su contenido es muy variable, pero se
acompañan casi siempre de malestar subjetivo. Por
ejemplo, a una mujer le puede atormentar el temor de no
poder resistir en algún momento el impulso de matar al
hijo querido, o por la cualidad obscena o blasfema y
ajena a sí mismo de una imagen mental recurrente. A
veces las ideas son simplemente banales en torno a una
interminable y casi filosófica consideración de
alternativas imponderables. Esta consideración indecisa
de alternativas es un elemento importante en muchas
otras rumiaciones obsesivas y a menudo se acompaña de
una incapacidad para tomar las decisiones, aún las más
triviales, pero necesarias en la vida cotidiana.
La relación entre rumiaciones obsesivas y depresión es
particularmente íntima y se elegirá el diagnóstico de
trastorno obsesivo-compulsivo sólo cuando las
rumiaciones aparecen o persisten en ausencia de un
trastorno depresivo.
Con predominio de actos compulsivos (rituales obsesivos)
La mayoría de los actos compulsivos se relacionan con la
limpieza (en particular el lavado de las manos), con
comprobaciones repetidas para asegurarse de que se ha
evitado una situación potencialmente peligrosa, o con la
pulcritud y el orden. En la conducta manifiesta subyace
por lo general un miedo a ser objeto o motivo de un
peligro y el ritual es un intento ineficaz o simbólico
de conjurar ese peligro. Los rituales compulsivos pueden
ocupar muchas horas de cada día y suelen acompañarse a
veces de una marcada incapacidad de decisión y de un
enlentecimiento. En conjunto, son tan frecuentes en un
sexo como en el otro, pero el lavado de manos ritual es
más frecuente en las mujeres y el enlentecimiento sin
repeticiones es más común en los varones. Los rituales
están menos íntimamente relacionados con la depresión
que los pensamientos obsesivos y responden con mayor
facilidad a las terapéuticas de modificación del
comportamiento.
Con mezcla de pensamientos y actos obsesivos
La mayoría de los enfermos con un trastorno
obsesivo-compulsivo presentan tanto pensamientos
obsesivos como compulsiones. Esta subcategoría debe ser
usada cuando ambos son igualmente intensos, como es
frecuente, aunque es útil especificar sólo uno cuando
destaca con claridad ya que pensamientos y actos pueden
responder a tratamientos diferentes.
