Ciertamente debo reconocer que fui más breve aún que ella, aunque eso sí, seguí con mi línea cachonda de escribirle cartas.
El tiempo pasaba, y yo seguía sin conocer a Piluca. Todos la habían conocido menos yo. Sabía que era rubia, con ojos azules, que era una cachonda (en el buen sentido de la palabra), y algo timidilla. Ximo decía que era muy vasta, aunque luego descubriría con mis propios oídos que no era así (aunque de tanto en tanto te suelte alguna).
Nada hacía presagiar que el día en que la conociese estaba tan cerca, pero así iba a ser. Recuerdo que era sábado (o tal vez domingo, no estoy seguro). Aquel día había quedado con mis 2 mejores amigos, con Pablo por la mañana y con Raúl por la tarde. Ciertamente debo reconocer que fue un día agotador, pues me lo pasé caminando y estando de pie. Al llegar la tarde, Raúl y yo nos despedimos de Pablo y nos marchamos al bar Salva para ver el partido de fútbol. Habíamos quedado allí con el "golfo" de Ximo, el cual no aparecía. Así pues, y en vista de su tardanza, decidí tomarme un pirulo: uno de aquellos polos alargados con varios sabores que hacía años que no tomaba. Aquella noche había llamado a mi madre para decirle que cenaría en casa a las once y media. ¿Un poco tarde, verdad? Pero lo cierto es que no sería así. En efecto, pues al terminar el partido vi entrar de reojo a dos personas cuyas caras me resultaban familiares: Ximo y Susana. Pero...¿quién iba también con ellos? Algo en aquel instante me hizo temblar: "¡Dios, es rubia y va con ellos!, ¡Será Piluca, y yo aquí chupando un pirulo! Efectivamente era ella; " Piluca: Raboman; Raboman: Piluca", dijo el cabr... digo, el bueno de Ximo. ¡Se había atrevido, se había atrevido a presentarnos así, como ya me había amenazado anteriormente que haría! Luego tendría tiempo de matarlo, pero ahora tenía un asunto pendiente que tratar: debía comportarme como Raboman, el impresionante hombre rabo. Él era todo rabo, pues mi metro ochenta y cuatro de estatura lo era también de rabo (o al menos eso digo y luego "na de na, shiquillo"). Sin embargo, una pesada sensación de timidez se había adueñado de mí completamente.
Recuerdo perfectamente lo primero que me dijo: "te he escrito otra carta". "Sí, ya la he leído" -le respondí yo, "pero sólo me has escrito tres líneas matadas, así que yo también te he respondido con brevedad." Creo que apenas duró más la susodicha conversación, pues yo me puse a hablar con Ximo y Raúl, mientras Piluca lo hacía con Susana.
"¿Sabes que el martes pasado cumplí años?" , le dijo Piluca a Susana. -"¡Ah, sí, es verdad! Era martes 13, se me olvido llamarte" -respondió Susana. "¿Martes?, ¿13? ¿Martes 13 de septiembre? ¡Pero si un día como ese nací yo! ¡Qué curiosa coincidencia!"- pensaba yo en aquellos instantes. "Felicidades", le dije, "pero ¿sabes?, yo también cumplía años ese mismo día, qué coincidencia, ¿verdad?". "Sí" -respondió ella, "es mi sino"... Más tarde, en el coche, camino de Sedaví, descubriría con sorpresa que yo era la cuarta persona que conocía nacida en este mismo día. Es curioso lo caprichoso que es el destino a veces, pues no cabe duda que encontrar a alguien que haya nacido el mismo día que tú no es nada fácil, pero ¡¡¡a cuatro...!!!
Se acercaba el momento en que debíamos marcharnos de juerga, pues ya casi había terminado de cenar (al final tuvo que llamar Raúl a mi casa para decir que no cenaba allí, y que vendría tarde). Qué remedio, aquella noche no me apetecía mucho salir después de la paliza que me había dado todo el día. Claro que... había venido ella, y no podía dejarla tirada después de lo de las cartas (confieso también que esto fue lo que dijo ella cuando me preguntaron que iba a hacer aquella noche). En fin, yo inventé a Raboman y ahora debía atenerme a las consecuencias. ¡Qué le íbamos a hacer!
Poco antes de marcharnos de allí yo dije algo así como que tenía que comer mucho para reponer energías, y entonces surgió el comentario de Piluca: "sí, sí, reponer energías, que falta te hará para lo que te espera esta noche". ¿Qué insinuaba?, ¿qué había tratado de decirme? ¡Pobre de mí!, no tenía ni idea de lo que me esperaba en Sedaví...
Camino de Sedaví le pregunté en el coche si me iban a llamar siempre Raboman. "Sí, sí, por supuesto. Tú eres Raboman"- me dijo ella- ". "Ya, pero..."-le increpé yo. -"no hay peros. Tú eres Raboman y siempre lo serás, y sino no haberlo dicho en tus cartas"- añadió ella. "¿Incluso cuando reciba el premio Nobel de física dirás que ha sido tu amigo Raboman el que lo ha recibido"- le pregunté yo. "Sí, por supuesto, y diremos las tres que nos hemos tirado a Raboman", contestó ella con la mayor naturalidad refiriéndose a Emi, María y ella misma. "Esta tía es una cachonda", pensé yo. Ahora comprendía por qué Ximo decía que era muy vasta (aunque tampoco es que lo dijera muy en serio... ¿o tal vez sí?...).
Finalmente llegamos a Sedaví. Y yo estaba lo más tranquilo posible. Después de todo, nada había pasado para no estar así. ¡Pobre diablo, no sabía lo que me esperaba! Y lo peor de todo es que no tenía la más mínima sospecha de lo que allí iba a ocurrir aquella noche.
Durante bastante rato Piluca y Susana se entretuvieron en buscar a Emi, la cual, a pesar de haber quedado con ellas en donde nosotros estabamos, no aparecía. "Ya verás cuando le vea Emi"- le dijo Piluca a Susana refiriéndose a mí...
Tras muchos intentos por encontrarla, Piluca le dijo a Susana: "no la he encontrado". "Qué cabrona" -le respondió Susana. Yo había oído su conversación, y ya pensaba que no iba a ocurrir nada más aquella noche, pues probablemente, a tenor de las palabras de Susana, parecía que Emi las hubiese dejado plantadas allí. Pero no era así, pues al poco de proseguir su busca me dijeron: "ven p'acá". Por fin se habían hecho con Emi, y ahora me la iban a presentar. "Mira, Emi, éste es Raboman"- le dijo Piluca a ella. "Tú eres Raboman? A vore, ensenya'm el rabo" -respondió Emi. ¿Había oído bien? ¿Acaso me había pedido que mostrase mi miembro viril allí, ante ellas tres y las amigas de Emi? Sí, así era. En ese momento me quedé en blanco y bloqueado. No sabía qué decir, pues jamás me había enfrentado a semejante situación. "No, és que eixes coses no s'ensenyen"- respondí yo. ¡¡¡Menuda mariconada había contestado, no había sabido ser más original!!!
Aquello era el principio de 15 minutos que se me iban a hacer eternos. La saliva se me secaba, y los labios se me pegaban a los dientes dejando esbozada una pequeña sonrisa por la falta de saliva. "A vore, Raboman ensenya'm el rabo, va"- volvió a decir Emi, y a continuación, tras comprobar mi falta de reacción añadió, "no dies que tens un gran rabo, 'pues' va Raboman ensenya-mos-el". En aquellos instantes no sabía qué responder, y quizás por ello comenzaron a cantar en voz alta las tres a la vez "que ensenye el rabo, que ensenye el rabo...". Allí estaba yo, solo, ante el peligro que suponía Emi entre toda aquella gente que llenaba las calles aquel día de fiesta. Ahora comenzaba a comprender por qué Piluca me había dicho cuando cenábamos que debía reponer energías para lo que me iba a esperar aquella noche.
Finalmente, y viendo las tres que no tenían nada que hacer conmigo por mi patético modo de abordar aquella situación, decidieron ponerse a hablar entre sí de sus cosas. "¡Gracias a Dios!" -me decía yo. ¡Por fin podía respirar!
Había llegado el momento de descansar, de modo que me alejé de ellas hasta llegar al lugar donde estaba Ximo, y viendo una silla libre me dispuse a sentarme. En aquellos instantes me puse a recapacitar sobre lo ocurrido. No había salido precisamente airoso de la situación, y quizás por ello me repetía a mí mismo lo que tenía que haber dicho y hecho. Pero ahora ya era demasiado tarde... O tal vez no, pues tenía mi segunda oportunidad cuando Ximo y yo nos fuimos a bailar donde estaban ellas. A decir verdad todos bailaban menos Ximo y yo. Emi volvió entonces a la carga: "va, Raboman, ensenya el rabo". "Perdona un moment, però se suposa que este és el meu joc, i que les regles les impose. De manera que si vols vore el meu rabo tindràs que donar-me algo a canvi, perquè el que algo vol algo li costa..." Le increpé yo envalentonado. "Això, això" -respondió un amigo de Emi que había escuchado la conversación. "Voleu rabo? Pues jo vullc les vostres 4 mamelles" -Añadí yo refiriéndome a Piluca y Emi. "No, no, d'això res"- contestó Emi, y añadió: "per què tenim que ensenyar-te les mamelles?". "Perquè estes son les meues regles, i si voleu lo que demaneu, això és lo que jo vos exigisc" -Contesté, a lo cual respondió Emi: "Perdona que te diga, però tu eres el que alardejava de rabo en les teues cartes". "Sí" -le contesté yo, "però ningú dona res a canvi de no res. Tu vols que ensenye el meu rabo? Pues ensenyam les mamelles". "Pues no" -contestó ella.
Aquella conversación no daba mucho más de sí, de manera que debía inventar algo nuevo para que diese más juego todo aquello En aquel preciso instante pensé: "esta tía sólo me pide lo que me pide por pedir algo. De manera que, ¿Qué diablos?, si le digo que si quiere verme el rabo tendrá que sacarlo con sus propias manos seguro que se echa atrás". Y sin pensármelo 2 veces le dije: "d'acord, t'ensenye el rabo". Crucé los brazos y añadí "endavant, escomença". "Val, bah, trau-t'el" -dijo ella, a lo que yo añadí: "val, jo te l'ensenye, però trau-m'el tu". En aquel preciso instante pensé que iba a disfrutar viendo como ella me decía que me lo sacara yo, pero entonces, algo inesperado ocurrió: ella se abalanzó hacia mí acercando su mano al cinturón de mi pantalón, y cuando lo hubo cogido, comenzó a desabrochármelo. "¡Dios mío!" -pensé yo, ¡esto se me está yendo de las manos...! ¡No es lo que yo esperaba que hiciera!".
En ese preciso momento se oyó: "cloc, cloc" ¡los huevos de Fernando en el suelo! No podía creerme que fuese a bajarme los pantalones allí mismo en mitad de la calle. O dejaba de cruzar los brazos o me iba a ver allí en medio con los pantalones y los calzoncillos bajados. Entonces, lancé mi mano como un rayo al botón del pantalón para evitar aquella catástrofe. "Bah! Ja te val Raboman!" -me dijo ella. "No, no, ensenya'm les 2 mamelles o no n'hi haurà res" -respondí yo. Aquella reacción de ella me había pillado tan de sorpresa que mi reacción no fue la adecuada.
No cabía duda. ¡La había cagado! A pesar de haber aguantado bastante bien el tipo durante todo aquel tiempo, había metido la pata hasta el fondo justo en el final. Pero ahora ya era demasiado tarde para rectificar. Ellas continuaron bailando hasta poco después, momento en el que decidimos todos marcharnos.
Recuerdo lo último que ocurrió antes de marcharnos de allí. Nos alejábamos de la panadería en la que Ximo había comprado 3 empanadillas, rumbo al coche de Susana, cuando en aquel preciso momento una Emi en voz alta gritó a media distancia "clava-li-la a Piluca, Raboman".
Todo había terminado. Tanto para Emi como para Piluca yo no había estado a la altura de las circunstancias, aunque para mí tampoco me había ido tan mal. Claro que siempre podía haberme ido mejor. Aquella madrugada lo primero que hice antes de acostarme fue escribir otra carta a Piluca. Esto fue lo que escribí:
"Estimadas, queridas, y bien amadas Piluca, Emi y compañía:
En nuestro primer encuentro parece que hubo un ligero malentendido. Me pedíais algo que yo no podía concederos sin más, a lo cual yo recibí por respuesta que "mucho escribir cartas y luego 'na' ".
Bien, indudablemente se nota que no me conocéis pues cuando mi mente planea algo, no le gusta dejar cabos sueltos, y de hecho no los he dejado.
Creo recordar que, aunque en mi primera carta me jactaba de numerosas cosas, en mi segunda dejé claro que éste es mi juego, y que, por consiguiente, yo impongo las reglas. Pero vosotras preferisteis olvidarlo y me reprochabais que yo ponía excusas para no mostrar mis atributos masculinos. No, en absoluto. Me remito a mi segunda carta, y os recuerdo una vez más que mi modo de actuar, así como mi comportamiento del último día estaban justificados en mi segunda carta.
Debo recordaros también que el que algo quiere algo le cuesta, y si por consiguiente vosotras "me pedís el rabo", deberéis hacer algo a cambio, pues jugáis a mi juego y éstas son mis reglas. No lo olvidéis.
Si renunciáis a jugar, ésta será mi victoria, y vuestra la derrota.
En cualquier caso siempre venceré yo, aunque siempre os quedará la esperanza de saber que habéis satisfechos vuestros más ardientes e insaciables deseos, y ello ya de por sí debería ser una razón suficientemente poderosa como para impeleros a aceptar mis reglas.
En fin, creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir. Por mi parte esto es todo, pero si queréis un consejo, permitidme recomendaros que no tratéis de llevar al extremo este juego, pues quien juega con fuego acaba quemándose, y yo soy el fuego que desata vuestras pasiones.
Nada más.
Nos vemos en el siguiente orgasmo.
Postdata: soy solo lo que vosotras queráis que sea. Si queréis a Raboman, a él os daré, pero si no es así y preferís un amigo (algo que con toda probabilidad Piluca calificará de mariconada) aquí me tenéis; a mí, a Raúl (raulmoes@alumni.uv.es), y a Germán (chermi@olemail.com).
PostData2: no golfeéis mucho durante mi ausencia.
PostData3: os adjunto mi segunda carta por si no recordáis lo que en ella decía"