HISTORIA DE SEGORBE

EL CERRO DE SOPEÑA

(Montaña de la parte inferior izquierda)

 

 

 

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Segorbe llega al periodo de dominio Árabe como una pequeña ciudad rural que, protegida por su castillo, se extendía por las faldas del cerro. En el año 1229 la ciudad estaba en poder de Zeyt Abuzeyt, antiguo rey moro de Valencia que, al ser expulsado por Zayan, pasó a residir en su castillo.
Más tarde, en 1245, Jaime I incorporó Segorbe a la corona ara­gonesa tras un pacto con Zeyt, en la que permanecerá hasta el siglo XV cuando Segorbe se transforma en Ducado, aunque siempre vinculado a la familia real. Entre los señores de Segorbe destaca D

Dña. María de Luna, esposa del rey D. Martín "El Humano" y por tanto reina de Aragón, con la que el Alcázar segorbino pasó a ser residencia real, o el infante D. Enrique de Aragón y Pimentel, más conocido como "Infante Fortuna", primero que utilizó el título de Duque de Segorbe, quien realizó importantes obras en el castillo dotándolo de numerosos aposentos, capilla con ricos ornamentos (a ella pertenecía la "Virgen de la Leche" actualmente en el museo catedralicio), columnas de mármol, transformándolo en edificio "... muy hermoso con muchas piezas y estancias hermosas y bien labra­das ..."como recuerda Martín de Viciana.

 

 

 

Sopeña ha sido a lo largo de la historia foco de culturas y solar de la población. Su forma de meseta, con pronunciadas pendientes que facilitan una defensa perfecta contra posibles enemigos y su dominio del valle que lo circunda, hacen de esta elevación una inmejorable posición estratégica, lo que determinó que la cima fuera ocupada de forma per­manente desde la Prehistoria.Aunque la envergadura de las sucesivas edificaciones realizadas en la cima han ocultado o destruido los niveles más antiguos, los restos arqueológicos permiten confirmar la existencia de un primer asentamiento durante la Edad del Bronce. Más tarde, en la Época Ibérica, numerosos restos de cerámica corroboran que la cima continuó siendo habitada estableciéndose en ella una importante población de la que, a excepción de escasos fragmentos cerámicos, tampoco quedan apenas vestigios.Más tarde, con la llegada de los celtas y la fusión de éstos con los íberos, se formó el pueblo celtíbero, pasándose a llamar Segóbriga

 

 

 

Dibujo del antiguo castillo de Segorbe.

Es la única imagen  que se conserva de la fortaleza Medieval

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Difícil sería encontrar lugar como el Cerro de la Sopeña más excelente y propio para que se detuviesen en él los primeros pobladores que llegaron a Segorbe buscando pasto para sus ganados, alimento abundante y sano para sus familias, recreo a los ojos, estímulo a la contemplación y defensa fácil y segura contra toda clase de enemigos... "

Si algo caracteriza a Segorbe es su privilegiada situación geográfica, junto al río Palancia, en la ruta natural que une la costa con las tierras altas de Teruel y sobre un amplio cerro (el cerro de Sopeña) que se adentra hacia el valle, fertilizado por abundantes fuentes y manantiales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras la Edad Media, la ciudad siguió asumiendo su condición de centro urbano de cierta importancia en el conjunto de la actual Comunidad Valenciana durante los siglos posteriores. Entrado el siglo XIX, comenzó un lento declive al quedar primero descartada por el gobierno central como capital de la provincia que pretendía (lo llegó a ser en 1813 y 1816), Y posteriormente por la fallida industrialización de finales de siglo (de base primordialmente textil) que provocó su estancamiento económico definitivo. No obstante, el siglo XIX es aún rico en hechos (fue la segunda ciudad española en disponer de alumbrado público eléc­trico) y personajes de cierta relevancia e interés, caso del Canónigo D. Miguel Cortés, liberal que participó en las Cortes de Cádiz, de varios segorbinos que alcanzaron el cargo de gobernadores provinciales, como D. Gonzalo Valero y Montero, de científicos como el botánico D. Carlos Pau o de exploradores e ingenieros de renombre nacional como D. Julio Cervera y Bavier.
 

 

 

 

Una de las torres que aun quedan en pie, del castillo de Segorbe.