Autores
Gabriel Jiménez Emánde los microrrelatos expuestos Dani Rovira
Eduardo Berti
Álex Oviedo
Sara Wel
Carmela Greciet
Paz Monserrat Revillo
José Julián Arias Garrido
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Gabriel Jiménez Emán
(El
hombre invisible)
A
Dani Rovira Y
se alejaron tanto que, sin querer, al tiempo, se tocaron sus espaldas. Eduardo Berti (El
camello) El camello había pasado ya la mitad de su
cuerpo por el ojo de una aguja cuando dijo una mentira, le crecieron algo más
las dos jorobas y quedó allí atrapado para siempre. Álex Oviedo (Olfato animal) Es ya de madrugada. En el ático, la vecina se deja
mecer, anclada a su butaca, por las imágenes del televisor. El volumen del noticiario se cuela entre las persianas
de los pisos. Un perro aúlla a la oscuridad. Ha sido el primero en vencer la muerte. Carmela Greciet (Cubo
y pala) C Sacó
camisetas, gorras, shorts, sandalias..., y
aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi hermano pequeño, Jaime, que
se nos había olvidado. Llovió todo abril y todo mayo. Paz Monserrat Revillo (Herencia) Antes de ponerse el pendiente frotó el
metal que rodeaba el zafiro con un bastoncito impregnado en líquido para
limpiar plata. Cientos
de estratos de tiempo levantaron el vuelo dejando la superficie luminosa y
desnuda. Se
acercó, curiosa, y la joya le devolvió el rostro adolescente de su abuela
probándose el pendiente ante un espejo.
Confesiones
Me acuclillé
hasta quedar a la altura de la pecera y pegué mi oído al cristal transparente. La
carpa roja se acercó boqueando y me susurró: “quiero volar”. Entonces
inflé un globo, metí el pececillo dentro con un poco de agua, y me lo llevé
hasta el mar. Ya
en la playa, al amparo de ese cielo inmenso que todo alguna vez se lo lleva, lo
solté. Por
suerte el viento de levante facilitó las cosas y el globo se elevó rápidamente
hacia el interior, para luego perderse muy lejos entre las montañas.
Ahora solo espero que cuando el globo explotase (siempre al
final explotan), lo hiciese al pasar justo encima de un regato de agua.
Este
texto participa en los Viernes creativos, de Escribe Fino, Oráculo Sentado
en la orilla deja que el mar se lleve la arena de sus manos, junto a las
preguntas. Supone
estar ante un inmenso oráculo que alberga todas las respuestas. Teme
decir adiós y que ella calle. Teme
que ella lo abandone y no sentir su ausencia. Teme
no comprender por qué. Las
olas de otoño le recuerdan a ella, cuando se acercan tentadoras a tocarlo y
luego huyen, dejándolo frío. Él
se aparta un poco y luego más, hasta que la distancia se hace insalvable. Comprende. El
mar le ha traído la respuesta.
El soñador Sus
ideas cada vez eran más grandes y su contacto con la realidad más
inestable. Publicado
por Puck Ganador
del I Concurso de Microrrelatos sobre Abogados JOSÉ JULIÁN ARIAS GARRIDO ·
El Puerto de Santa María (Cádiz) Mi pez Mi piraña sabe derecho. En la soledad de su pecera, aislada del mundo, entre
las escamas de su comida para peces le cuelo papel. El sabor de la tinta de pluma de abogado le
entusiasma. Se me cría recia. Cada vez desprecia más comida de la suya por devorar
papel. Noto el brillo de codicia en su mirada. ¡Lo que sabe! Tengo mi sistema. Le lanzo un trozo de papel con rúbrica. Si es zoquete el leguleyo, desprecia su escrito y yace
en el fondo de la piscina hasta deshacerse. Si es buen abogado, lo devora con fruición asimilando
cada letra. Siendo así la conducta de mi pez, yo voy a juicio
tranquilo porque se que triunfo. Ayer la descubrí, su ojo agrandado por el efecto lupa
de la pecera, con la mirada clavada en el bloque informativo del "Caso
Malaya" que daban por TVE1, como si aprendiera. Inquietante. Rebelión Colgué
el adiós del ayer, las palabras huecas que dejé volar, ese aliento espantoso
que acabó por aborrecer tu presencia, la falta de sinceridad entre nosotros,
los pantalones raídos que utilizabas para las fiestas sociales, y el olor a
axila que tanto te encantaba. Los
pintores siempre fueron los artistas de sus obras e intentan por todos los
medios deslumbrar al público manejándonos a su antojo. Mañana
tendrá que comenzar de nuevo, me marcho de este lienzo por abuso. Instinto básico Mientras
su padre cerraba la tapa del contenedor, siguiendo la costumbre que tenía desde
niña, ella empezó a decir: “Bendice, Señor, estos alimentos que… “; pero se
calló en cuanto vio como él negaba una vez más con la
cabeza. No
tenían donde ir, era de noche, llovía y hacía dos días que no comían. Perdidos
y sin fuerzas, dejaron que sus espaldas resbalasen por la pared del edificio y
se acuclillaron en un rincón. Poco
después aparecieron las ratas y… hasta ahora. Aforismo
Escucha, los silencios son de colores. Si
no los ves, habla. En el baño Las observé bien. No eran dos sirenas encalladas en la bañera, aunque
parecieran llevar consigo el mar azul. No. Eran dos monstruos bellísimos. Lo supe porque entre ambas sumaban veinte dedos en sus
pies velludos, y lucían colmillos prominentes cuando sonreían. Dudaba si quedarme o salir huyendo del baño, cuando me
agarraron con sus largos brazos estirados como chicle de fresa, y me
sumergieron junto a ellas en el agua. Y aún sigo aquí. He de reconocer que no lo paso nada mal, aunque quizás
estamos un poquito apretados de espacio… Es por esa costumbre mía de compartir siempre lo bueno
con los amigos. Un claro en el bosque Esa
noche me hallaba en la casa del árbol releyendo tebeos, derritiendo mis gafas a
la cálida luz de las velas, cuando un gigante apareció en el bosque y comenzó a
dar manotazos a los troncos, como si estuviese apartando la mala hierba del
camino. Con cada sacudida del viejo olmo yo me aferraba más a
aquellas primeras lecturas, pensando que podrían redimirme de un desenlace que
se presagiaba fatídico. Aún hoy creo que así fue, ya que la casa del árbol se
precipitó justo sobre la almohada que el gigante había preparado en el suelo
para echarse a dormir. Retoños Igual que el viento fortalece las ramas de los árboles,
así tus cachetazos y golpes me fueron endureciendo día a día. Lejos de doblegarme, acrecentaron hasta tal punto mi
rabia que de una suave brisa me convertí en feroz viento huracanado. Y tú pasaste a ser la rama. Este microrrelato ha
sido seleccionado para formar parte del libro solidario: Bocados Sabrosos III editado por Acen.
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