GRANDES DIRECTORES | El cine y sus maestros
Su nombre completo es Friedrich Christian Antón Lang, y nació en Viena en 1890. Su padre, Antón Lang era arquitecto, jefe de los trabajos públicos de la ciudad. Su madre, Paula Schlesinger, era de origen hebreo.
En sus primeros años fue enviado a la Volkschule y a la Realshule, donde realizó sus estudios primarios. Su padre deseaba que estudiase arquitectura, pero su interés iba más dirigido hacia el dibujo y la pintura. También tenía otra pasión: la lectura. Se interesaba por cualquier libro, y leyó a muchos autores: Schopenhauer, Nietszche, Kierkegaard,…
En su juventud fue asiduo visitante de cafés y cabarets vienenses, y un gran enamorado de las mujeres. De hecho alguna vez declararía que sus “mejores amigos han sido siempre mujeres”.
Ante la presión paterna, se inscribió en la Academia de Artes Gráficas de Viena, de donde pasó a las de Nüremberg y Munich. De 1909 a 1912 se dedicó a viajar por el mundo. Recorrió Alemania, Bélgica, Países Bajos, Asia Menor, Rusia, Rusia, América del Norte, China y Japón. Vivía dibujando postales y chistes gráficos, y además llevaba la asesoría artística de un circo ambulante y presentaba un cabaret. Durante esta época, se instaló por un tiempo en París, en el barrio de Montmartre, y se relacionó con cineastas del país.
El comienzo de la Primera Guerra Mundial le llevó nuevamente a Austria, donde ingresó en el ejército. Cuando terminó la guerra comenzó a escribir guiones para J. May, director estrella y accionista de la productora alemana UFA. En 1919 dirigió su primer film, Halbblut, y un año después conoció a la que sería su segunda mujer, Thea von Harbou, quien colaboraría desde ese momento con él (hasta que este abandonase Alemania).
Poco a poco, y con sus films, Lang se va convirtiendo en el director más importante de la UFA. En 1926 funda su propia compañía de producción, al mismo tiempo que firma un contrato con la UFA para la distribución de sus películas.
En el año 1933, Lang decidió abandonar Alemania, y se instaló en París. Esta marcha fue motivada en parte por la petición que le hizo Goebbels: dirigir los estudios UFA. Allí rodó solo una película, y tras esta se marchó a EEUU. En 1934 firmó un contrato con O'Selznick, con el que quedaba ligado a la Metro. Fue en 1935 cuando dirigió su primera película americana, Furia, de gran éxito y pieza clave en el mundo del cine. En su etapa americana cambió con bastante frecuencia de compañía.
Después de rodar La mujer del cuadro (1944) forma su propia productora. Su socio es Walter Wagner, aunque solo llegan a producir dos títulos. Debido a que su nombre aparece como sospechoso en las listas de “caza de brujas”, entre 1947 y 1950 no dirige ningún film. A continuación realiza varios títulos importantes sobre uno de sus temas preferidos: la injusticia de la institución judicial. Por ejemplo Los sobornados (1953), Mientras Nueva York duerme (1956) y Más allá de la duda (1956).
Cansado de Hollywood vuelve a Europa, donde interviene como actor en un film francés, de J. L. Godard. En Alemania dirigió sus tres últimas películas: El tigre de Esnapur (1959), La tumba india (1959) y Los crímenes del Dr. Mabuse (1960). En 1976 murió en su casa de Hollywood.
Una personalidad tan complicada y tan dominante, a pesar de sus imperfecciones, como la de Fritz Lang, es difícil de encontrar en el panorama cinematográfico mundial. Si analizamos concienzudamente ese panorama a partir del triunfo del cine sonoro, quedamos sorprendidos por la influencia decisiva que Lang ejerció sobre otros realizadores, incluso sobre algunos que siempre han cultivado un cine superior, tanto de forma, como de calidad. En su obra destaca el expresionismo, un movimiento que abarcó a todas las artes, y se desarrolló fundamentalmente en Alemania desde 1918 a 1925. Es un movimiento inconformista, contrario al naturalismo. No trata de reflejar la realidad, sino que impone la sensibilidad del artista. Es, pues, ante todo, un movimiento subjetivo, que resalta valores fundamentalmente emotivos para dar mayor fuerza, desde un determinado sentido de protesta social, a los sentimientos personales de angustia, rebelión y entusiasmo.
La actividad de Lang se inscribe desde 1919 a 1960, nada más y nada menos que cuarenta y un años de carrera cinematográfica. Es, sin duda, una de las máximas figuras de la historia del cine. Su trabajo no se limitó a la realización de sus películas, sino que abarcaba la redacción de los guiones y la colaboración en la decoración y la fotografía de la mayor parte de su obra. Espíritu fuerte, trabajador incansable, hombre de una poderosa imaginación, Fritz Lang es uno de esos autores completos cuyo mundo creativo no es fácilmente abarcable. Su nombre, junto al de Murnau, llena el fecundo período del cine alemán de los años 20. Las Arañas, Las tres luces, sus películas sobre el Dr. Mabuse, Los Nibelungos o Metrópolis, son títulos de ese período que figuran en la memoria colectiva como obras maestras del cine mudo. Su entrada en el cine sonoro no pudo ser más brillante: M. el Vampiro de Düsseldorf fue su primera película hablada, y aún hoy su fuerza poética, su peculiar estilo narrativo, sus bellas elipsis, su ritmo y, sobre todo, el patetismo que imprimió al personaje central interpretado por Peter Lorre, no han sido superados.
Vida y obra