Alicia dormitaba mientras su hermana le leía un libro
de los grandes clásicos cuyo argumento ni siquiera le interesaba.
Estaba cansada de la monotonía que le dispensaba una vida acomodada y
una sobreprotección constante. De repente, como si del mejor de sus
sueños hubiera escapado, un conejo saltarín, atabiado con chaleco
rojo, gafas metálicas y un reloj de bolsillo, pasó por el lado de la
niña a toda velocidad atravesando la arbolada que se extendía detrás
de ella.
Alicia, sintió una necesidad casi impulsiva de
levantarse de aquel rincón del bosque en el que se hayaba sentada, a
la sombra de un abeto, y seguir los pasos de aquel conejillo para ver
a dónde le conducían. Pero estaba el problema de su hermana, que
permanecía junto a ella con el libro en la mano sin cejar en su empeño
porque Alicia se interesara por Shakespeare. De repente, su hermaná
emitió un bostezo y desvió la vista más allá del bosque, hacia su casa
situada en medio del campo, donde algo había llamado su atención. Era
la oportunidad de Alicia.
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conejo
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