Estaba decidida, nunca le habían tomado por una valiente pero ahora
demostraría que podía llegar a serlo. Se alejaría de la protección de
su hermana y exploraría lo que quiera que fuese que se le presentara.
No iba a cambiar de opinión.
Aprovechando el descuido, se levantó y empezó a correr detrás del animal antes de que se alejara demasiado como para poder seguirlo. Tras un rato siguiendo su recorrido, el conejo paró en seco ante lo que parecía una madriguera. Inmediatamente, se introdujo en ella y desapareció.
Como la abertura parecía lo suficientemente amplia como para pasar agachada, la niña imitó al roedor y se deslizó por el orificio. Lo que vino a continuación fue sorprendente por completo. Al principio, todo era oscuridad; pero una vez introducida por completo en la madriguera, la oscuridad dio paso a una especie de espiral que le hacía caer, y caer, y caer sin cesar. No era una caída dolorosa, al contrario, era una sensación agradable. Flotaba en el interior de aquel habitáculo y en su descenso podía contemplar toda una serie de objetos propios de las estancias de una casa.
Aunque la experiencia en la ingravidez estaba siendo divertida, finalmente Alicia tocó suelo algo mareada después del viaje. Allí, una puerta, que abrió, y detrás el conejo que seguía corriendo sin dejar de repetir: "¡Qué tarde es, qué tarde es!". En cuestión de segundos, y sin que Alicia pudiera hacer nada para evitarlo, el conejo desapareció por una segunda puerta de salida de la casa perdiéndose en la lejanía. Alicia estaba perdida;salió al exterior de la casa, al nuevo mundo que se abría ante ella sin saber qué hacer y hacia donde dirigirse. Debía encontrar al Señor conejo, pero no sabía cómo. Ante ella, dos caminos. ¿Cuál elegir?
Camino izquierdo Camino derecho