Como no sabía muy bien dónde estaba, decidió tomar el primer camino
que quedaba a su izquieda. El sendero atravesaba un bosque pero que no
se parecía en nada a los que Alicia había visto hasta entonces. Los
árboles eran frondosos y espesos, y los frutos indescriptibles que
contenían eran de mil y un color. Las flores también abundaban y
contribuían a dar color al bosque. El sendero, de color amarillo oro,
se adentraba a través de una serie de curvas en la profundidad del
bosque, hacia donde la vista ya no llegaba. No obstante, Alicia no se
mostraba temerosa.
Estaba disfruntando con el paseo. Hasta ahora todo estaba siendo positivo en su aventura: con el descenso había experimentado una nueva sensación, y ahora caminaba alegremente por aquel lugar desconocido ansiosa de que le pasaran más cosas interesantes. Después de un largo rato sin dejar de andar, el sendero amarillo se acabó y fue a parar a una nueva zona del bosque, algo más abierta que el resto del camino, y donde también se podían ver árboles y flores de todos los tipos y colores.
De repente, salido de la nada, apareció un gato a rayas moradas que reposaba tranquilamente en la rama de un árbol. Aquella aparición había sido maravillosa; aquel animal, había aparecido pasando de ser transparente a una progresiva forma sólida. El gato propinó a la niña una gran risotada a modo de saludo que no hizo sino sorprender más a Alicia.
- ¡Buenas tardes, querida niña!, ¿Qué te trae por aquí?
La niña, que seguía sorprendidísima, tardó unos segundos en reaccionar y pensar en su contestación.
- ¡Hola, Señor gato!, ¿Cómo es posible que pueda usted hablar?
- ¡Ha ha, qué niña tan graciosa!¿De qué otro
modo sino podría comunicarte contigo? Y dime, ¿buscas algo o a alguien
a parte de perturbar mi sueño?
-Bueno, la respuesta a esa pregunta no es fácil. Puede que lo haya visto, o de lo contrario puede que me equivoque. Pero, ¿te fiarás de mi respuesta, quieres oír lo que tengo que decir, o prefieres seguir tu camino?
Escuchar la respuesta del
gato    
Seguir el camino