Alicia en el País de las Maravillas


La elección del camino a casa




El ejército de naipes se dirigió con firmeza hacia Alicia y la arragó de los brazos para conducirla hacia algún sitio completamente desconocido para la niña. A Alicia no le encajaba nada aquella actitud tan autoritaria que había adquirido aquel ejército con ella; pensó que acudirían en su ayuda y rescate y no que se convertiría en una prisionera.

Le condujeron a través de un laberinto que nunca se acabada directa al palacio de la mismísima Reina de Corazones. Al parecer, la soberana se había enterado de la presencia de la niña en su reino y esto no le complacía especialmente.

-¡¿Qué se te ha perdido en mi reino?!
-Yo... simplemente me perdí mientras seguía al conejo blanco.

-Con que fisgoneando por mis tierras, ¿eh?
-¡No, yo solo...!

La reina ordenó:    

De repente, de detrás de la reina, apareción una pequeña personita que resultó ser el rey. Éste sujerió que antes de dictar sentencia deberían realizar un juicio. Así que aperecieron todos en el tribunal para dictaminar si sería acusada o no. Allí se dieron cita todos los personajes que Alicia había estado visitando a lo largo del día: el gato, el dodo, el sombrero loco... ¡Hasta el conejo blanco, ataviado con la indumentaria real, corazón rojo en la pechera, estaba presenciado aquel juicio y además como pregonero!.


Por el estrado empezaron a desfilar los más alocados e inesperados personajes, compañeros de aventuras de Alicia, que poco a poco iban poniendo más nerviosa a la reina. Ésta quería que el juicio acabara ya para poder condenar a Alicia a su pena, pues en su país acostumbraba primero a dictar sentencia y luego a juzgar.


Mientras el ambiente cada vez se caldeaba más y todos se ponían más nerviosos, Alicia cojió de su bolsillo un pedazo de aquella especie de pan que había cogido de casa del Señor conejo. De repente, de forma totalmente imprevista, Alicia comenzó a crecer y a crecer, superando en tamaño a la reina y a todo su séquito lo bastante como parecer un monstruo, envalentonarse y amenazarla desde su nueva posición de poder. Pero mientras emitía sus palabras, empezó a disminuir de nuevo. La Reina de Corazones, ordenó de nuevo que le cortaran la cabeza; el ejército de naipes corría tras la niña, el resto de personajes y testigos que presenciaban el juicio también corrían tras Alicia. Corrieron y corrieron por los jardines reales, llegaron al laberinto, aparecieron en el bosque... Todo empezó a hacerse una maraña y a dar vueltas en forma de espiral . Alicia cada vez estaba más asustada y no entendía nada.







Volver a la página principal

Ir a la página anterior