La niña continuó andando sin hacer caso a los gritos de la oruga, que la llamaba para que volviera donde estaba. De pronto....
El conejo blanco volvió a pasar por segunda vez en lo que llevaba de
día por su lado y no podía hacer nada para conseguir que se frenara.
Aunque, por otra parte, había conocido a aquellos gemelos rechonchos y
regordetes que igualmente podían servir de ayuda. Lo que no se
esperaba Alicia, es que después de preguntarles si sabían hacia dónde
se dirigía el Señor conejo, aquellos seres se pusieran a saltar,
bailotear y revolotear por su alrededor, para a continuación empezar a
contarle una historia absurda que no le interesaba:
Después de ese momento de absoluta fascinación, pues Alicia cada vez entendía menos lo que veía y se convertía en más inexplicable la locura de todos aquellos personajes, apareció de forma absolutamente inesperada un ejército de lo que parecían cartas de pocker. Cientos de cartas empezaron a desplegarse de una baraja para formar alrederor de Alicia, formando un círculo a su alrededor y dejándole sin escapatoria. La niña estaba sorprendidísima, no sabía cómo debía reaccionar. En un primer momento pensó en salir corriendo por uno de los huecos que quedaban entre las piernas de aquellas cartas rojas y negras, aunque un segundo más tarde consideró la posibilidad de quedarse con aquellas cartas. Estaba perdida desde hacía horas y no sabía donde ir; tal vez quedarse era la mejor opción.