2.2. La imagen de lo rural:
Para Kayser la imagen o percepción del medio rural expresa una
parte de su realidad y es un elemento que influye en su funcionamiento, incluso
lo condiciona. La imagen tradicional, muchas veces tópica, del mundo rural como
algo marginal, menospreciado, atrasado y pobre, que en cierto modo aún
persiste, es una imagen de contraste ya que al mismo tiempo también se percibía
como algo idílico, incluso feliz. Este carácter contradictorio de su imagen
clásica no es ni mucho menos desinteresado, era la que se tenía en el medio
urbano en la cual había un trasfondo de hipocresía pues lo que tenía de
positivo sirvió para «mantener la
muchedumbre de los desarraigados [los obreros urbanos] dentro de los cánones de la humildad campesina». De esta imagen
deriva el complejo de inferioridad de los campesinos. Ronald Hubscher, en su Historia de los Franceses de 1983, dice:
«Desacreditado por la imagen que la
sociedad le devuelve sobre él mismo, el campesino sufre sentimiento de
inferioridad. No ignora que su actividad es infravalorada por la sociedad
global... Este menosprecio humillante ha alimentado una resignación que ha
servido a los intereses dominantes, pues permitía mantener el estado de
sujeción dentro del cual se encontraba buena parte de la población agraria...
Los campesinos tienen en sus genes el síndrome del señor, que se distingue de
ellos por su lenguaje, sus costumbres y su presencia [aspecto], es un ciudadano [urbanita], y si no lo es, adopta las maneras». La
filósofa y escritora francesa Simone Weil lo expresa casi gráficamente cuando
en 1950 dice que «el complejo de
inferioridad es tal, que se ven campesinos millonarios que encuentran natural
que pequeños burgueses retirados les traten con la altivez del colonizador al
indígena. Es necesario que un sentimiento de inferioridad sea muy fuerte para
que no sea eclipsado por el dinero». (Kayser, 1990: 40-41)
A finales de los años 60 se produce un cambio radical en la
percepción de lo rural pero R. Hubscher nos advierte que «negativa o positiva, la imagen de un entorno rural nunca es gratuita,
responde al papel que se entiende le hace jugar la sociedad en su seno y esta
imagen tiene una consistencia tal que es siempre asumida por el campesino». Las condiciones para este vuelco derivan
de un cambio ideológico que tendrá como expresiones más claras el movimiento
«hippie» en Estados Unidos y el Mayo Francés en Europa, y que viene motivado
por:
·
La crisis urbana marcada por la
degradación ambiental y de las condiciones de vida en las ciudades.
·
La crisis ideológica que deriva por un
lado en una nueva ideología ambientalista, verde o ecologista, y por otro lado
en el desencanto de los marxistas, por un proletariado cada vez más
aburguesado, que se vuelven hacia el medio rural como un nuevo potencial
revolucionario.
·
La creciente accesibilidad del medio
rural que hace de él un espacio de recolonización, ya sea en forma de segundas
residencias o permanentes.
El
resultado es una nueva imagen del medio rural que a su vez trae una nueva
imagen de los campesinos, no tan positiva como la de su entorno pues como dice
P. Bourdieu en 1977: «los pone en un museo y los convierte en
guardianes de una naturaleza transformada en paisaje» que
es «el acompañamiento previo y necesario
para la desposesión y la expulsión». Kayser, en la misma línea, ha
interpretado esta nueva imagen de lo rural como el medio ideológico necesario
para la penetración del capitalismo en el campo, el cual, en su necesidad de
crecer tiene también la de expandirse y ahora ha llegado el momento de utilizar
el espacio rural que tenía en la «reserva».(Kayser,
1990, 42)
La
publicidad ensalza los valores rurales como estrategia para urbanizar el medio
rural o vender ciertos productos sugiriendo un carácter artesanal, tradicional
o natural que casi siempre es falso. El campo se ha convertido en una oferta
comercial, en un «producto» para satisfacer las nuevas demandas urbanas, en un
artículo de lujo vetado a las clases populares que si antes tuvieron que
abandonarlo por su pobreza ahora no podrían volver porque sus recursos tampoco
se lo permiten, lo que hace que en muchos casos la relación de algunas personas
con su lugar de origen sea una «historia de amor imposible».