2.3. Cambios
en las actividades y usos de los espacios rurales:
o
En
la agricultura:
La industrialización y el proceso de urbanización trajeron consigo
el declive de la agricultura en los países desarrollados, tanto en ocupación
como en su participación en el PIB, a pesar del enorme aumento de la
productividad agraria como consecuencia de la modernización y especialización
agropecuarias. Dentro de los sistemas agrarios evolucionados podemos
encontrarnos con grandes diferencias. Así la agricultura europea es de vieja
tradición y tiene una gran complejidad histórica, mientras que la estadounidense
es de reciente colonización y por tanto más acorde a las necesidades actuales.
Todo ello deriva en distintas estructuras agrarias en lo que se refiere a las
formas de tenencia y al tamaño y la dispersión de las parcelas que forman las
explotaciones, lo cual influye directamente en los costes de producción.
La agricultura de Europa occidental entró en el siglo XX con una
organización de policultivo tradicional intensivo, era una agricultura mixta,
de subsistencia y comercial orientada a los mercados urbanos más próximos. Tras
la Segunda Guerra Mundial la independencia de las colonias provocó el
desabastecimiento de las metrópolis y esto condujo a una serie de políticas
productivistas, proteccionistas y modernizadoras que consistieron básicamente
en:
·
Mecanización y motorización.
·
Nuevas formas de cultivos. Rotación y
sustitución de cultivos.
·
Incremento en el uso de productos
fitosanitarios y fertilizantes químicos.
·
Mejora genética de las semillas.
Selección e híbridos.
·
Nuevas técnicas de producción ganadera.
Estabulación, granjas...
·
Especialización productiva.
·
Ajustes estructurales.
Las
consecuencias más inmediatas de estas innovaciones técnicas fueron:
·
La internacionalización de la agricultura
de mano de la acción de las multinacionales que propugnaban un sistema en el
que ellas suministraban los «inputs», compraban, trasformaban y comercializaban
la producción.
·
La capitalización de la agricultura, el
endeudamiento de los productores y por tanto la irrupción del sistema
financiero en la agricultura.
·
La especialización regional o división
mundial del trabajo agrario.
Para
afrontar el proceso de globalización los gobiernos de los países del primer
mundo desarrollaron políticas para proteger su sector agrario y de este modo no
depender de abastecimientos externos, para lo cual era cuestión indispensable
garantizar la renta de sus agricultores. Así en 1958 comienzan a gestarse, en
el seno de la Comunidad Económica Europea, las bases para la futura Política
Agraria Común la cual comenzó a desarrollarse a partir de 1962 con una serie de
cinco objetivos que, en el fondo, estaban supeditados a la consecución de un
fin básico, la libre circulación de los productos agrarios en su ámbito
geográfico:
1) Aumentar
la productividad de la agricultura.
2) Asegurar
un nivel de vida equitativo a la población agraria.
3) Estabilizar
los mercados.
4) Garantizar
la seguridad de los aprovisionamientos.
5) Asegurar
precios razonables a los agricultores.
La PAC se organizó sobre la base de tres
principios a partir de los cuales se deducían los instrumentos que iban a
servir para alcanzar los objetivos propuestos:
A)
Unidad de mercado, lo que hacía necesaria
la regulación del mercado interior a través de la fijación de precios únicos y
garantizados de los productos agrarios.
B)
Preferencia comunitaria para lo cual se
establecieron medidas proteccionistas como cupos de importación y exacciones a ésta como complemento de los
aranceles. Del mismo modo se incentivaba la exportación de los productos
excedentarios con restituciones que compensaban los precios más bajos del
mercado exterior.
C)
Solidaridad financiera con la aplicación
de recursos presupuestarios de la CEE para cubrir los costes derivados de la
aplicación de todas estas medidas. Para ello se creó el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA) dividido
en dos secciones, el FEOGA-Orientación que
sería el instrumento para los ajustes estructurales que mejoraran las
condiciones de producción, y el FEOGA-Garantía,
mucho mejor dotado, que se destinaba a las medidas coyunturales reguladoras del
mercado. El gráfico inferior muestra la evolución de esta segunda sección con
respecto al presupuesto total de la actual Unión Europea. (Brunet; 1999, 531-587)
La
PAC original alcanzó sus objetivos pero tuvo efectos no deseados. Por un lado un
aumento extraordinario de los gastos derivados de la intervención en los
mercados y de la aparición y aumento progresivo de los excedentes. Por otro, al
ser una política que atendía básicamente a la producción, obviando las
características estructurales de las explotaciones, se favorecía a las más
grandes y productivas. Además, los pequeños agricultores, en un contexto de
escaso riesgo en la actividad, participaron en este incremento productivo con
capitales ajenos para poder acceder a los modernos «inputs» agrarios,
endeudándose y con ello el aumento de las rentas agrarias fue parco. Por
último, la intensificación de los métodos productivos resultó incompatible con
la conservación del medio ambiente.
En
los comienzos de los años 80 la PAC europea era ya un modelo financiera y
ambientalmente insostenible: financieramente porque cada vez se necesitaban más
fondos comunitarios para subvencionar los excedentes que no salían al mercado;
y ambientalmente por el deterioro en la calidad de las aguas subterráneas y de
los suelos, por la incidencia de los pesticidas y herbicidas no selectivos en
los ecosistemas, por el abandono de tierras marginales que aumentaba el riesgo
de erosión... Incluso era demográficamente insostenible ya que la mecanización
contribuía al éxodo rural y los territorios perdían los mínimos de población
necesarios para que pudieran seguir siendo «territorios vivos».
Todos
estos problemas tuvieron eco en la opinión pública de los países comunitarios,
que empezaron a plantearse la posibilidad de hacer los cambios necesarios para
una mayor racionalidad y sostenibilidad de su política agraria en común, a lo
que se añadían las presiones externas de países subdesarrollados y en vías de
desarrollo, para la liberalización de los productos agrícolas, que tachaban a
la PAC de poco solidaria.
Es
cuando empiezan a revisarse los contenidos de la PAC cuando España entra a
formar parte de la CEE. En 1985 se publica el Libro Verde por parte de la
Comisión Europea con una serie de medidas básicamente destinadas a la
consecución de dos objetivos básicos:
·
Control de la producción con el
establecimiento de cuotas.
·
Precios garantía más acordes con el
mercado internacional para aumentar la competitividad del sector.
Desde
entonces la PAC se encuentra en un estado de reforma permanente. En 1992 se
aprueba la Reforma MacSharry con la continuidad de sus tres principios
rectores: unidad de mercado, preferencia comunitaria y solidaridad financiera,
pero con un conjunto de cambios drásticos, sobre todo en el modo de apoyar las
rentas de los agricultores, que, para compensar la adecuación de los precios
garantizados al mercado internacional y la limitación de sus cuotas de
producción, ahora iban a recibir las subvenciones de forma directa, lo cual
pretendía ser también una forma de apoyo a las pequeñas explotaciones
familiares que eran las más sensibles al control productivo y a la competencia
de los países no comunitarios. Otras medidas adoptadas para corregir las
desviaciones son:
·
Regulación de la producción introduciendo
un sistema compensatorio no ligado a ella sino a la superficie cultivada o a
determinados tipos de cultivo.
·
Cese anticipado de la actividad a través
de jubilaciones anticipadas e incentivadas.
·
Subvenciones directas a las explotaciones
familiares, con independencia de su rentabilidad, como contraprestación por el
mantenimiento y la protección del medio.
·
Reforestación de tierras agrícolas para
evitar las consecuencias del abandono.
·
Fomento de prácticas más extensivas.
·
Reducción en el uso de fertilizantes químicos
y sustitución de éstos por abonos orgánicos.
·
Promoción de la agricultura biológica.
·
Impulso del desarrollo rural con la
promoción de nuevas actividades.
Con
todo aún surgen dudas acerca de su viabilidad por cuanto el hecho de subvencionar
superficies puede hacer que se cultiven tierras sin un mínimo de eficiencia
productiva. Esta forma de subsidio también favorece la fosilización de las
estructuras agrarias (minifundismo) que en cualquier caso son asumibles por su
función social y ecológica. También se echan de menos medidas sancionadoras que
reviertan en las explotaciones los costes medioambientales de su actividad.
Con
la Agenda 2000 la PAC se convierte en
la Política Agraria, Alimentaria y Rural
Común (PAARC) que le va a suponer una mayor integración con políticas
horizontales (empleo, consumo...) y verticales o sectoriales (recursos
hídricos, forestal...) para alcanzar objetivos transversales, haciendo mayor
hincapié en aspectos medioambientales, territoriales y sociales, lo cual aporta
criterios de sostenibilidad. Para esto se va a prestar una mayor atención a la
agricultura menos comercial como preservadora del medio, ordenadora del
territorio y capaz de ofrecer productos de alta calidad, «susceptibles de ser introducidos de forma diferenciada en los
mercados», que le dé la viabilidad económica necesaria para mantener la
población en los espacios rurales más desfavorecidos. (Regidor; 2000, 168)
En
los últimos veinticinco años la expansión física de las áreas urbanas y los procesos
de difusión de actividades desde las ciudades sobre el espacio rural son otros
factores a tener en cuenta en la evolución de la agricultura de los países
desarrollados. Si la proximidad de un área urbana fue en otro momento muy
positiva para la actividad agraria por su orientación al mercado próximo,
actualmente esa misma inmediatez le supone la disputa por el uso del suelo con
otras actividades mucho más competitivas. La agricultura, sobre todo en zonas
periurbanas, ha perdido su monopolio sobre el espacio rural, ya no puede
reivindicar un espacio propio en exclusiva y además debe cambiar su particular
relación con el medio, ahora sus prácticas están cuestionadas por ser
problemáticas con el medio ambiente. La coexistencia de la agricultura con otros
usos demandados por la ciudad: residencial, comercial, industrial, recreativo,
para nuevas infraestructuras... ha
tenido para ella una serie de consecuencias de distinto significado:
·
La reducción de su espacio de actividad.
·
La disminución del tamaño de las
explotaciones.
·
La reorientación productiva.
·
La intensificación en capital.
·
La extensificación o el abandono por la
especulación del suelo.
·
Un clima de incertidumbre por la amenaza
constante del frente de urbanización.
El
resultado es que a pesar de ser la actividad que más superficie utiliza, ni la
economía ni el espacio son de base agraria. La agricultura de los espacios
periurbanos por las condiciones que se le imponen, en un marco donde, además de
por el suelo, ha de competir por la mano de obra y por los recursos
financieros, es compleja y heterogénea, porque para adaptarse a esta nueva
situación adopta estrategias diversas:
·
Agricultura residual: Extensificación o
abandono: Cuando el grado de incertidumbre es muy grande los propietarios de
las explotaciones, incentivados por el alto precio de la tierra, las abandonan
o infrautilizan a la expectativa de un cambio de uso. Así aparece el «barbecho
social».
·
Agricultura a tiempo parcial (ATP): Como
estrategia de supervivencia de la explotación familiar de pequeño tamaño y
escasos recursos, a través de la sobreexplotación de la mano de obra
subempleada o sub-remunerada. Este tipo de agricultura cumple con una
importante función social como es la
incorporación de la población rural de estas áreas a las prácticas urbanas
(trabajo externo); o bien como refugio de los excedentes laborales en tiempo de
crisis.
·
Agricultura comercial: Innovadora y
dinámica: Muy capitalizada en el proceso de producción y muy flexible a las
exigencias del mercado, plenamente integrada en la economía urbana, «... con la transformación, la modernización
y la tecnificación la agricultura periurbana adquiere ‘carta de ciudadanía’.»
(Ortega Valcárcel, 1988)
o
En
la industria:
Hoy en día la industria es una de las actividades de base del
medio rural, una alternativa a la «crisis» de la agricultura. Si antaño era una
actividad marginal en el conjunto de los espacios rurales, en la actualidad
ocupa a casi una cuarta parte de la población activa rural española. Sin
embargo su distribución es muy irregular con regiones donde supera claramente a
la agricultura y otras donde todavía conserva su carácter marginal.
La industrialización del mundo rural no es un fenómeno reciente y
se ha producido de distintas formas, según el momento:
·
En un principio fue una industrialización
basada principalmente en la proximidad a las fuentes de materias primas o de
energía a los que se unían otros factores propiciatorios como los menores
costes salariales o del suelo, o un clima laboral más pacífico que en las
ciudades. Los avances en los medios de transporte y la diversificación de las
fuentes energéticas han dado al traste con este modelo de localización
industrial aunque otros factores siguen siendo vigentes. Este tipo de
industrialización afronta dificultades crecientes por la escasa diversificación
económica de esos espacios rurales, por su alta sensibilidad a las sucesivas
crisis y por la competencia en materia salarial o por una normativa ambiental
más laxa de los nuevos países industrializados. A pesar de todo algunas de
estas industrias, que surgieron a partir de talleres artesanales del textil,
metalúrgicos, madereros... han logrado consolidarse, principalmente algunas
empresas de la rama agroalimentaria que, previa transformación en sociedades
anónimas, han sido incorporadas por grupos multinacionales del sector de la
alimentación.
·
Recientemente la industrialización del
medio rural ha tenido por causa un proceso de relocalización industrial desde
áreas urbanas bien sea por difusión espacial o descentralización productiva. La
difusión espacial de la industria
obedece a la densificación de las áreas centrales y a las deseconomías
asociadas; afectó primero a los municipios más próximos para, más tarde, ir
alejándose manteniendo siempre criterios de accesibilidad (vías de
comunicación), conformando ejes de desarrollo industrial nítidos. A menudo la
difusión ha sido propiciada por políticas de desarrollo regional con una serie
de medidas de acompañamiento como subvenciones, ventajas fiscales y una oferta
de suelo industrial barato en polígonos bien equipados de reciente
construcción. Por otro lado, la descentralización
productiva se ha visto favorecida por la posibilidad técnica de las
empresas para la división del trabajo. De este modo pueden dejar los procesos
productivos que requieren una menor cualificación en manos de empresas
subsidiarias ubicadas en el medio rural o trasladando parcialmente sus
instalaciones en busca de menores costes salariales, para escapar al rigor de
las reglamentaciones ambientales más rígidas en las ciudades, o bien para
aprovechar las ventajas de la economía sumergida.
·
Otras veces la industrialización rural se
ha basado en el aprovechamiento de los recursos endógenos a través de
iniciativas locales de modernización de procesos y productos en las actividades
artesanales preexistentes o por la aparición de mayores cuotas de mercado para
determinadas producciones locales.
Las
características de la mano de obra rural, más barata, más flexible, menos
reivindicativa, aunque menos cualificada que la urbana, han sido un factor
decisivo, junto a la mejora de la accesibilidad, para un tipo de
industrialización exógena (difusión y descentralización) y también para una
industrialización endógena pues muchas veces se trata de procesos muy
exclusivos, propios del terreno, bien conocidos por la mano de obra autóctona.
Los
rasgos dominantes de la industria rural son:
·
Predominio de la pequeña empresa de
carácter familiar.
·
Plantillas escasas y poco cualificadas.
·
De sectores y ramas maduras muy
intensivas en trabajo humano como el textil, el calzado, materiales de
construcción, manipulación de productos agrarios...
·
Productos, en ocasiones, con escaso valor
añadido.
El
futuro de la industria rural en una economía global pasa por:
·
Una mayor cualificación de la mano de
obra.
·
La difusión del progreso técnico.
·
El desarrollo de las relaciones
interfirmas (cooperación).
·
Aliviar el déficit en equipamientos. (Méndez y Molinero, 1993: 411)
o
En
los servicios:
La teoría del Lugar Central de Christaller trata sobre la
distribución espacial de la oferta de bienes y servicios. Básicamente nos dice
que se necesita un nivel de demanda mínimo que garantice el beneficio (umbral) para que se oferte un servicio o
para que se establezca una actividad comercial. Además introduce el concepto de
alcance como la distancia máxima en
la que un bien o servicio pueda ser ofertado de forma rentable ya sea para el
demandante (costes de desplazamiento) o para el ofertante (costes de
transporte). Si tenemos en cuenta que la demanda depende de la población y de
su comportamiento más o menos consumista, es evidente que el medio rural, con
núcleos de población pequeños, menores niveles de renta, un cierto grado de
austeridad de sus habitantes y amplios espacios despoblados, tendrá un nivel de
demanda que podrá satisfacerse con un número de establecimientos comerciales
pequeño y además no alcanzará el mínimo necesario para que se oferten
determinados productos y servicios más especializados. Esto nos puede dar una idea del grado de diversificación de la
actividad terciaria en el medio rural y del porcentaje de la población activa
que ha ocupado tradicionalmente. Gámir de Orueta observa la relación que
existía en 1980 entre la teoría de Christaller y la situación global del sector
terciario en el estado español. (en Méndez y Molinero,
1993)
En todo caso hay factores que pueden trastocar esta correlación y
que han conocido un cambio importante desde comienzos de los 80:
·
Por un lado, el desarrollo de las
infraestructuras y medios de transporte y la generalización en el uso del
automóvil hace que una demanda pueda ser satisfecha a un mayor alcance y con
ello pueden aparecer nuevas ofertas o incrementarse las existentes. Esto
tendría el efecto de una concentración de la población.
·
Por otro lado, la evolución de los
sistemas de información y de los medios de comunicación ha contribuido a
uniformizar las pautas de consumo del campo con las de la ciudad, que unido a una
clara mejoría en el nivel adquisitivo de las áreas rurales ha supuesto un
incremento y una diversificación de la demanda rural.
·
Por último, la descentralización del
Estado de las Autonomías ha incidido positivamente en la oferta de servicios
públicos en el mundo rural (estado del bienestar) a través de políticas de
desarrollo local acompañadas de una mayor dotación de equipamientos sobre todo
sanitarios y docentes que además han servido para retener y atraer población.
De
estos tres factores sólo el segundo ha tenido efectos homogéneos en el conjunto
de los espacios rurales, los otros dos factores han tenido una repercusión
espacial dispar.
García
Sanz constata que el sector terciario
conoce un crecimiento acelerado dentro del mundo rural hasta el punto en que
actualmente es el sector que más activos ocupa, destacando principalmente en
las cabeceras comarcales, los espacios turísticos, las zonas de interior con
población flotante y las áreas periurbanas (García
Sanz, 1997). No
obstante, habría que hacer una puntualización respecto del pequeño comercio rural, el cual conoce una situación dual dentro de
los espacios rurales, de modo que mientras en estas zonas se ha visto
favorecido por la llegada o el paso de nueva población, lo cual le ha supuesto
un aumento en los efectivos dedicados a esta actividad y una mayor
diversificación en cuanto a la oferta, en el resto de los espacios rurales ha
sufrido un rápido descenso en el número de establecimientos a causa de los
nuevos hábitos de consumo adquiridos por la población rural lo cual incluye un
cambio en las prácticas de compra ahora que, con la posibilidad de
desplazamientos más rápidos y discrecionales, los consumidores rurales
prefieren abastecerse de alimentos en los centros comerciales, o bien, influidos
por la publicidad, han cambiado el viejo colmado por el supermercado
generalmente perteneciente a una cadena mucho más competitiva en precios y en
diversidad de productos aunque, seguramente, no en la calidad. Otro tanto
podríamos decir sobre las tiendas de ropa o de artículos que se compran de
cuando en cuando, ya que la gente aprovecha sus viajes a la cabecera comarcal o
a la capital provincial para hacer este tipo de compras. En estas zonas
rurales, más alejadas, esta nueva situación del comercio rural puede tener un
efecto latente pues como bien dice Kayser: «...
su desaparición puede entrañar un movimiento de dispersión de la clientela que
agrave los riesgos de la desintegración social.» En los pueblos las tiendas han sido siempre un punto de encuentro
y de relación social. (Kayser, 1990:153)
Del
mismo modo y en relación con los servicios públicos en estos espacios rurales
más apartados, la racionalidad económica de sus gestores hace que se sigan
cerrando escuelas, obligando a los pequeños a desplazamientos en autobús,
muchas veces poco recomendables, y sin tener en cuenta la desazón que la
desaparición de la escuela crea en las gentes del pueblo. La solución escolar
es también la que se ha adoptado para la cuestión sanitaria, aumentando la
movilidad de médicos y enfermos. Así la movilidad se
convierte en factor clave para el acceso de la población rural a los servicios,
pero ésta no es igual para todos los segmentos de la población por lo que los
responsables políticos deben «desagregar el problema de la accesibilidad
rural en sub-problemas susceptibles de una atención especial. La mejor forma de
hacerlo es considerar la población sin automóvil en términos de grupos
homogéneos (ancianos, amas de casa, niños...) y considerar también de forma
separada las distintas actividades o servicios a la que el acceso es
necesario». ( Moseley en Kayser,
1990:155)
o
El
turismo en los espacios rurales:
¿Qué es el turismo rural? Los problemas para alcanzar una
definición generalizable son idénticos a los ya descritos para definir la
ruralidad. La Comisión Europea en 1990 venía a decir que turismo rural es
cualquier actividad turística implantada en el medio rural. Valdés añadía: «..., cuya motivación principal es la
búsqueda de atractivos asociados al descanso, el paisaje, la cultura
tradicional y la huida de la masificación». Esta
última puntualización acota mucho más el significado de turismo rural ya que no
todo el turismo que se desarrolla sobre el medio rural cumple estas
condiciones. En muchas áreas litorales encontramos un turismo con una gran
influencia urbanizante en sus dimensiones física y social que podríamos asociar
con el turismo de sol y playa en urbanizaciones y edificación de altura que
transforman el paisaje y comporta
asimismo un cambio cultural y económico en la vida de los municipios rurales
que lo soportan. Lo mismo podemos decir del turismo de nieve de las zonas de
alta montaña. (Vera Rebollo et alii,
1997)
El turismo rural no es tan reciente como cabe suponer, ya en el
siglo pasado habían pueblos balnearios (Benasal, Catí...) y los pueblos de
vacaciones (Navajas, Bronchales...), muchas veces ligados al fenómeno de la
segunda residencia, datan de hace varios decenios. Ambas formas respondían a
cuestiones de salud, de tranquilidad y de descanso de las clases medias y altas
de las ciudades.
Desde finales de los 70
asistimos a un nuevo turismo rural que responde a una mayor diversidad de
demandas surgidas de los profundos cambios en la mentalidad de los usuarios,
más concienciados ambiental y culturalmente, que buscan en el medio rural y
natural una alternativa a la saturación del turismo convencional. Este turismo
alternativo está más destinado a satisfacer las necesidades intelectuales como
el conocimiento de la naturaleza, las tradiciones y costumbres, la historia y
la geografía de los distintos espacios rurales; o bien, las ansias de aventura
y determinadas prácticas deportivas. Así pues, el nuevo turismo rural es
polifacético, pero está demasiado centrado en la oferta de alojamiento (hoteles,
albergues, casas rurales y «campings»), por lo que debe incrementar su oferta
de servicios culturales y deportivos. (Vera
Rebollo et alii, 1997)
La lógica espacial del nuevo turismo rural responde al patrimonio natural,
histórico y cultural de las zonas rurales, pero también lo hace a su promoción
e instrumentalización por parte de las instituciones, desde las locales a las
supranacionales (U.E.), como un elemento básico del desarrollo local, la
revitalización económica y social de muchos espacios rurales. Muchas veces el
turismo rural es gestionado a través de la pluriactividad y de este modo sirve
como complemento de la renta de muchas familias, pero según indica Kayser «lo que parece emerger hoy día en este sector
es una profesionalización que sólo concierne de lejos a los rurales
tradicionales... Sus promotores y sus
empresarios son urbanitas que se instalan en los pueblos entrañando
desequilibrios a veces saludables.» (Kayser, 1990:157)
Pero
¿qué efectos tiene sobre ellos? En el lado positivo están:
·
El incremento del empleo y de los
ingresos de las familias rurales.
·
El mantenimiento, la mejora y la
aparición de otras actividades.
·
La recuperación de costumbres y tradiciones
locales como parte de la oferta turística.
·
La conservación y restauración del
paisaje natural y del patrimonio arquitectónico como otra parte de la oferta
turística.
Pero
el turismo rural como actividad que explota unos recursos también tiene efectos
negativos:
·
Derivados de la masificación que puede
acarrear problemas de congestión en conjuntos histórico-artísticos, o perturbar
la flora y la fauna de parques y parajes naturales que a menudo obligan a la
imposición de restricciones a las visitas.
·
Modificación del hábitat y del paisaje
por un exceso de construcciones poco coherentes con el medio.
·
Aculturación, adulteración de los usos y
costumbres locales.
·
Estacionalidad y monoactividad.
el turismo de ciudad, ya sea de tipo
cultural o el creciente de congresos, ferias y convenciones, puede favorecer el
incremento del empleo en el sector en áreas periurbanas rurales en las que se
ubican las infraestructuras turísticas, básicamente alojamientos, que no puede
acoger la ciudad por espacio (precio del suelo) o por buscar un entorno más
agradable aprovechando la existencia de vías de transporte rápidas para acceder
en poco tiempo a la ciudad.
El
turismo de sol y playa, al que nos referíamos en el comienzo de este epígrafe,
ha tenido fuertes repercusiones en las zonas rurales del litoral mediterráneo
español. En los últimos cincuenta años es la actividad que más ha transformado
el paisaje de estos espacios costeros, pero en un sentido negativo, ya que
hasta hace bien poco ha prevalecido una interpretación del espacios y sus
recursos como bien de consumo, al margen de otras consideraciones ambientales,
territoriales o sociales. Actividad turística y calidad medioambiental, en sus
dimensiones tanto física como social, están íntimamente relacionadas, pero las
patologías ambientales derivadas de su desarrollo espontáneo, desorganizado y
masificado le ha conferido cierto rasgo autodestructivo. La inexistencia de
cualquier tipo de planificación de desarrollo turístico y, sobre todo, la falta
de una ordenación territorial están en la base del carácter insostenible de la
actividad de muchos espacios turísticos del litoral mediterráneo. (Gámir de Orueta en Méndez y Molinero, 1993; 493-495)
Las
causas de los impactos ambientales podemos resumirlas en:
·
El crecimiento descontrolado de las áreas
turísticas por encima de la capacidad de acogida del territorio.
·
La inadecuación del uso turístico en
relación con la vocación natural del espacio utilizado y con la tolerancia de
los ecosistemas costeros: desecación de zonas palustres litorales a menudo con
especies vegetales o animales endémicas; alteraciones de la deriva litoral por
la construcción de puertos deportivos y diques…
·
La escasa provisión de espacios abiertos
en zonas de turismo masivo; la ocupación ilegal de terrenos próximos a la línea
de costa o de zonas de servidumbre fluvial cerca de las desembocaduras de los
ríos con los riesgos que ello entraña.
·
La sobreexplotación de los recursos
hídricos y la generalización de vertidos.
·
La configuración de áreas pseudo-urbanas
derivada de la instrumentación del turismo por el sector inmobiliario. (Gámir de Orueta)
·
La alteración del paisaje como resultado
de modelos de edificación de estética impactante.
(Vera Rebollo et alii, 1997; 260-261)
este tipo de turismo
ha tenido otro tipo de repercusiones espaciales, en general de distinto signo
al de los ecológicos. Desde un punto de vista socio-demográfico las áreas
afectadas han experimentado crecimientos de la población permanente a veces
espectaculares por su rapidez, sin embargo este incremento demográfico no se ha
producido de forma sincrónica, ni con la misma intensidad en todas las zonas
turísticas, ni siquiera en municipios de una misma zona. Otro efecto destacable
son los cambios en la estructura de la población debidos a la afluencia de dos
corrientes inmigratorias paralelas: adultos jóvenes en relación con la
generación de empleos; y personas mayores, retirados, buena parte de ellos
extranjeros. También ha incidido en la composición socio-profesional de la población
activa en la que destacan, lógicamente, los ocupados por el sector servicios y
en la construcción. Vera Rebollo, en 1990, señala una especie de
complementariedad de las zonas interiores colindantes con las turísticas
respecto al mercado laboral de forma que en ellas viven parte de los ocupados,
generalmente los dedicados a la construcción. La especialización turística de
una determinada área puede llevar a la formación de nuevas ciudades que en un
corto espacio de tiempo entren en competencia territorial debido a la dimensión
alcanzada y a la concentración de servicios, lo cual les confiere un nivel
jerárquico relativamente elevado en su contexto regional, por la asunción de
funciones, independientemente de la turística, que les ha supuesto una diversificación
de las actividades económicas muy importante. (Vera
Rebollo et alii.,1997; 245)
El turismo de los espacios litorales mediterráneos se ha
caracterizado por su estacionalidad y por el origen extranjero de sus turistas,
aunque actualmente esto es relativo. Por un lado, la elevación del nivel de
vida de los españoles ha hecho que el porcentaje de turismo nacional haya
crecido hasta el punto de que hay áreas dedicadas casi exclusivamente a estos
visitantes; y por otro lado, la mejora en la accesibilidad por las nuevas
infraestructuras de transporte y la generalización de los medios aéreos ha
propiciado una ampliación del periodo estacional. Este carácter estacional
facilita a algunas personas el mantenimiento de otras actividades, siempre y
cuando no interfieran en horario o momento con la turística ni compita por el
suelo con ella. La irrupción del turismo provoca una readaptación del sistema
productivo preexistente, muy notoria en la agricultura la cual se intensifica
en parte por su demanda próxima. Otro rasgo de este turismo es que durante
décadas ha estado destinado a turistas de un nivel adquisitivo medio-bajo,
salvo excepciones. Hoy día hay muchos espacios turísticos que siguen ofreciendo
sus servicios a este segmento, el problema es que los destinos turísticos se
han diversificado y otros países ribereños del Mediterráneo se tornan fuertes
competidores en precios y en exotismo.
Los problemas medioambientales y la competencia exterior pueden
poner en una situación comprometida a este sector tan estratégico de la
economía española. La promoción de la actividad turística «afecta e implica a distintas administraciones y agentes, públicos y
privados» los cuales deben llevar a cabo
«actuaciones en materia ambiental, accesibilidad, infraestructuras urbanas,
equipamientos sanitarios, deportivos y culturales, servicios y la difusión de
una imagen turística» para adaptar la oferta a la nueva situación del
mercado turístico en el que se debe mantener o aumentar la cuota de
participación. Para ello Gámir de Orueta establece tres objetivos prioritarios:
·
Que los beneficios alcancen a la
población autóctona y no se queden lejos de donde se generan (turoperadores).
·
Tomar las medidas necesarias para evitar
los impactos al medioambiente en el cual debe basarse la competitividad.
·
Controlar la expansión de las áreas
turísticas mediante la ordenación territorial, teniendo en cuenta la adecuación
de la actividad a las características físicas del territorio, asignando y
limitando los recursos básicos necesarios y buscando la compatibilidad con las
actividades preexistentes.
Asimismo
propone una serie de actuaciones y medidas estratégicas para el desarrollo
turístico, siendo el nivel regional el más adecuado para una política turística
integral:
·
Directrices territoriales respecto a la
calificación de usos del suelo, índices de ocupación…
·
Valoración del impacto ambiental y
análisis costes-beneficios (sociales y económicos) en todo proyecto de
desarrollo turístico de forma previa.
·
Preservación de la identidad natural,
paisajística, social y cultural de las zonas afectadas.
·
Asignación de recursos (agua, suelo…) y
mejora de la escena urbana.
·
Medidas correctoras para sanear espacios
deteriorados. El turismo debe ser, en adelante, un factor de revalorización del
patrimonio natural y de la construcción positiva del paisaje.
(Gámir de
Orueta en Méndez y Molinero, 1993, 495-501)