2.6. El
modo de vida rural:
El estilo de vida rural ha estado caracterizado en líneas
generales por tres elementos muy patentes en el seno de las colectividades
rurales:
·
La primacía de la vida familiar, muy marcada
por la actividad agraria, donde relaciones familiares y profesionales se
confunden a veces. Algunos antropólogos han querido diferenciar las relaciones
de parentesco de las actividades quedando el término «familia» para lo primero
y utilizando «grupo doméstico» o «casa» para designar una unidad plurifuncional
deducida a partir de la observación de las prácticas que se dan en el mundo
rural. (M.
J. Devillard, 1993)
Kayser habla de familia indivisible que agrupa a los
matrimonios de los hijos bajo la autoridad del padre; familia matriz en la que los abuelos viven con el matrimonio de uno
de los hijos; y familia nuclear, ésta
con múltiples variantes locales. Cada una de estas estructuras familiares
responde a las estrategias de reproducción doméstica que se dan en distintos
ámbitos geográficos rurales, donde la cuestión del patrimonio está en la base.
Así en las dos primeras modalidades el patrimonio, la tierra, la explotación
familiar no se divide en la transferencia de bienes, mientras que en la tercera
se produce un reparto igualitario entre los hermanos. Esta estrategia de
supervivencia familiar se ve complementada con otras, por ejemplo, allí donde
se practica la sucesión indivisible, con un único heredero, normalmente el
primogénito, los otros hijos tienen dos opciones alternativas, quedar en la
casa solteros o casarse y buscarse los medios de subsistencia fuera de ella,
las más de las veces emigrando; donde se reparte la herencia, si las partes no
garantizan los medios necesarios, también se recurre a la soltería de los
herederos que viven bajo un mismo techo. De este modo el celibato ha sido una
práctica habitual de subsistencia en momentos de gran presión sobre la tierra. (Kayser, 1990)
·
Un menor contacto social: Producto de las
prácticas endogámicas, reflejo del conservadurismo de las sociedades rurales.
La endogamia es una estrategia de reproducción social, de mantenimiento del
«status» a través de matrimonios interclasistas cuya práctica es directamente
proporcional al nivel patrimonial de los distintos estratos sociales, cuya
consecuencia es la concentración del poder económico y político en pocas
familias. Ello da una apariencia, si no certeza, de impenetrabilidad en los
estratos más altos de las comunidades rurales. Estas prácticas endogámicas
sociales, independientemente del estrato, cuando además son locales, permiten
el incremento de los medios de producción de las familias, y se ven favorecidas
por el conocimiento previo de los cónyuges y sus familias y por asegurarse el
compartir una misma escala de valores y usos sociales. (M. J. Devillard, 1993)
·
Un mayor control social informal:
Derivado de la transparencia social por el interconocimiento que se da entre
los individuos de la comunidad local, lo cual es uno de los cimientos de la
vida social rural y la razón de que la regulación social sea inmediata. En el
pueblo se conocen todos y este conocimiento mutuo impone limitaciones, se opone
a la innovación, al cambio. La crítica, el «qué dirán», impide que se
generalicen comportamientos inusuales. Las conductas individuales y colectivas
están sujetas a márgenes de tolerancia bastante rígidos en función de la edad,
del sexo, del espacio o del momento. (Kayser,
1990: 37)
Pero como todo lo rural, el modo de vida
rural también ha notado los efectos de los cambios recientes, la urbanización
del campo es también un proceso de aculturación del mundo rural. Los cambios
sociodemográficos, la sociedad de consumo y los medios de comunicación de masas
van asimilando los modos de vida de los espacios rurales y urbanos, siendo los
de estos últimos los que se imponen. Entre ambos mundos es posible que hoy sólo
persistan las diferencias al nivel de la organización social. A tenor de todo
esto habría que responder a la pregunta/enunciado del siguiente subapartado.
o
¿Sociedad rural? :
H. Mendras decía en 1959 que: «Ciudadanos
y rurales forman, atendiendo a ciertas consideraciones, una sociedad única,
participan de una misma civilización.» (Kayser, 1990:16)
B. Kayser piensa que no se puede hablar de una sociedad rural en
singular pues no podemos encontrar ninguna estructura u organización a una
escala supralocal que la individualice. «El
modo de vida, el entorno físico, incluso una eventual voluntad identificadora,
no les convierte en un conjunto social». (Kayser,
1990:34)
Sin embargo es evidente que en el medio rural existen sociedades,
en plural, cuyo rasgo dominante es su adscripción local, son sub-sistemas
sociales con una cierta autonomía, herencia del aislamiento que han conocido
hasta un pasado reciente y que actualmente están totalmente abiertas a las
redes de comunicación y de influencia y por tanto integrados en un sistema
social global. Así la teoría de los Grupos
Sociales Localizados de Pierre Verges, surgida en el transcurso de un
programa de investigación sobre el cambio social y cultural de un municipio
francés, trata de superar las dificultades para reconocer en las sociedades
rurales el conjunto de las clases sociales históricamente definidas para poner
de manifiesto la existencia de grupos o fracciones no identificables en ellas.
El propio Verges, en 1983, dice: «Los
procesos que afectan a la sociedad global se insertan en el tejido social (local) y así pueden cambiar parcialmente su
naturaleza, pero la localidad es aquí definida como una organización específica
de los fenómenos globales». Lo
cual significa que la localidad influye directamente en la realidad social y la
singulariza como resultado de su historia y de su estructura socioeconómica.
Los grupos sociales locales vendrán así definidos por su comportamiento social,
político y cultural además de por los medios de que disponen. (Kayser, 1990: 176)
La estructura de las sociedades locales ha variado como
consecuencia del declive ocupacional de la agricultura y de la entrada de
nuevas actividades, pero sobre todo por la llegada de los nuevos residentes, un
proceso que diversos autores definen ya como de recomposición social de las
sociedades rurales.
Algunos de estos autores han aportado tipologías diferentes de
agrupación de la población del mundo rural y en la mayoría de los casos los
recién llegados aparecen como un grupo social individualizado.
2.7. Los
nuevos residentes rurales: Neorrurales:
En primer lugar habría que matizar las diferencias entre los que
son nuevos residentes rurales y los neorrurales. Algunos autores consideran
como tal a todos aquellos que se han instalado en los municipios rurales.
Otros, como Kayser, reducen el grupo a los que han elegido conscientemente un marco
de vida rural. Pero si entendemos que son los recientes procesos de
contraurbanización y de periurbanización los que han consolidado a los nuevos
residentes rurales como un grupo social específico dentro de las sociedades
locales, habría que reducir aún más el grupo
a los que han abandonado la ciudad, ya sea por causas objetivas
(disconfort urbano) o subjetivas (nuevas actitudes). Éstos son los neorrurales
ya que antes eran urbanitas, el resto
son parte de la población rural
relocalizada, y juntos son los nuevos residentes rurales.
Los recién llegados pueden clasificarse atendiendo a las
características de su instalación ya sea individual o familiar, en
urbanizaciones aisladas o en el núcleo principal del municipio, como
agricultores, artesanos, profesionales liberales o manteniendo su empleo en el
centro urbano próximo. Lógicamente, dependiendo de la distancia a los centros
urbanos, los rasgos de la instalación predominantes serán unos u otros, así en
áreas periurbanas la mayoría serán migrantes cotidianos que harán
desplazamientos diarios entre su residencia y el lugar de trabajo.
Pero, sin duda, lo que mejor puede explicar la mayor o menor
coherencia de este grupo social así como resaltar su diversidad interna son las
motivaciones que ha llevado a sus integrantes a elegir esta localización
residencial. No en vano las causas que provocan estas decisiones pueden
obedecer tanto a factores de atracción del medio rural como a factores de
expulsión del medio urbano, o a ambos tipos de factores.
Entre los atractivos ocupa un lugar destacado la calidad
ambiental, el paisaje, el silencia, la proximidad de los espacios naturales…,
en definitiva las cualidades intrínsecas de los espacios abiertos. Pero éstas
pueden estar acompañadas de otros incentivos derivados del papel que sobre el
medio rural desarrollan las instituciones públicas, locales o de mayor rango, a
la hora de proveerlos de servicios y equipamientos: docentes, sanitarios,
culturales, deportivos, de esparcimiento…; papel que también puede ser decisivo
ofertando espacios para la urbanización residencial, la industria o el
comercio, lo cual, unido a la iniciativa privada para aprovechar los recursos
endógenos, como las características naturales para el turismo, puede contribuir
a la aparición de un mercado de trabajo.
Los factores repulsivos del medio urbano tienen que ver también
con cuestiones ambientales: polución atmosférica, contaminación acústica,
escasez de espacios verdes y abiertos…; disfunciones sociales: marginación,
deshumanización, inseguridad…; disfunciones económicas: congestión del tráfico
rodado, carestía del suelo, escasez de viviendas…; y también por el acceso a
determinados servicios por masificación, despersonalización…
Con anterioridad hemos dicho que parte de los nuevos residentes es
población rural relocalizada, lo cual es debido a que en otras zonas rurales
todavía actúan los elementos de expulsión asociados al éxodo rural, aunque esto
no significa que no tengan atractivos, el problema es que unos elementos
afectan a un determinado segmento de población y los contrarios a otro
distinto.
Hasta aquí una somera relación de factores positivos o negativos
para optar por una residencia rural que podemos considerar objetivos. No
obstante, hay elementos en el campo de lo subjetivo que en muchos casos son el
determinante de la elección. En las últimas décadas las sociedades
occidentales, una vez alcanzado un cierto nivel de bienestar y conscientes de
los costes ambientales que ello ha supuesto, han colocado los valores
ecológicos en un lugar preeminente dentro de su escala de valores, lo cual, en
el ámbito individual, ha provocado una cambio en las actitudes que se traduce
en la búsqueda de un marco existencial más natural.
Para su instalación, los nuevos residentes, han debido hacer un
desplazamiento de mayor o menor recorrido según sus circunstancias
particulares, sean de origen, de trabajo, de ciclo de vida o de nivel de renta,
y así podemos distinguir, en nuestros espacios rurales, hasta nueve sub-grupos
en la nueva población rural:
·
Matrimonios recientes o parejas jóvenes
de renta media/baja, que para formar un hogar y acceder a la propiedad de su
residencia, abandonan la ciudad debido a la carestía de la vivienda o a los
altos precios de los alquileres. Es lo que se llama la migración nupcial, motivada por el desajuste espacial entre la
oferte y la demanda en el mercado de la vivienda. (Romero y Albertos, 1993; 141)
·
Matrimonios jóvenes con hijos menores, preocupados
por el ambiente físico y social en el que han de educarlos, que optan por una
residencia próxima a la ciudad, de la que no se desligan laboralmente ni en lo
que respecta a los colegios. Suelen ser familias de renta media y alta que
ocupan viviendas unifamiliares con jardín o adosadas, en urbanizaciones
aisladas o en barrios de nueva planta respectivamente de municipios
periurbanos. Su dependencia del transporte privado individual o colectivo (bus
escolar) es alta.
·
Matrimonios mayores que dejan su
residencia urbana a sus hijos o simplemente eligen vivir permanentemente en sus
segundas residencias para, de este modo, alejarse de la «algarabía urbana».
·
Jóvenes o familias procedentes de
espacios rurales más desaventajados donde todavía actúa el éxodo rural. Hacen
desplazamientos de largo recorrido normalmente por motivos laborales.
·
Personas que buscan un cambio radical en
su forma o marco de vida. Nuevos agricultores (sin ascendencia en la
profesión), artesanos, pintores, escultores, escritores… o profesionales
liberales que necesitan un ambiente más relajado y natural para desarrollar su
labor. Cuantitativamente tienen escasa importancia, pero sí la tienen dado que
suelen instalarse en zonas rurales más alejadas, sobre todo porque la necesidad
de relacionarse con la ciudad es más esporádica.
·
Retirados y jubilados que en su afán por
huir del «mundanal ruido urbano» se
van a vivir a pequeños pueblos del interior o costeros que cuenten con unos
servicios y equipamientos mínimos. «La
jubilación independiza la residencia». (Camarero,
1993)
·
Retornados al lugar de origen. Gentes que
protagonizaron el éxodo rural. Pueden ser jubilados o personas que han perdido
sus empleos en las reconversiones industriales de los ochenta que vuelven al pueblo
que abandonaron hace años, en el que van a invertir las cantidades obtenidas
con sus despidos, o bien, los ahorros de toda su vida si se trata de antiguos
emigrantes transnacionales, y que han supuesto, a veces, un importante elemento
dinamizador de algunas zonas rurales. Lógicamente, si el éxodo rural se
caracterizó por su largo recorrido, el movimiento de retorno es de similares
rasgos, aunque su importancia numérica es mucho menor.
·
En lo que respecta a los espacios rurales
del ámbito mediterráneo español, hay municipios que cuentan con una importante
colonia de extranjeros procedentes, sobre todo, de los países nórdicos, del
Reino Unido y de Alemania. El litoral mediterráneo español y las comunidades
insulares son una especie de «Sun-Belt»
europeo que atrae a población jubilada por su confort climático y por su
contrastada carestía de vida en relación con sus países de origen. El factor
clave es el clima, pero tampoco podemos obviar la situación estratégica de la
Costa del Sol, la Costa Blanca, la Costa Brava y las islas de Mallorca e Ibiza
respecto a los centros de decisión europeos, con los cuales existe una,
relativamente, buena comunicación aérea, que unido al espectacular desarrollo
de las telecomunicaciones hace que sean los lugares elegidos por un buen número
de altos ejecutivos para residir de forma casi permanente.
·
Por último no podemos olvidarnos del
creciente colectivo de inmigrantes extranjeros: norteafricanos, subsaharianos,
y de los países europeos del este, que a pesar de las innumerables trabas
burocráticas y, sobre todo, legales para obtener sus permisos de residencia y
de trabajo, producto de la escasa memoria histórica de nuestras autoridades,
comienzan a ser habituales convecinos en municipios de agricultura intensiva en
los que se sub-emplean como jornaleros o en trabajos que no quieren realizar
los autóctonos. También se asientan en pueblos de zonas rurales más apartadas
donde, de no ser por las dificultades para su legalización y por el carácter
individual de su llegada, podrían llegar a ser un elemento revitalizador muy
importante, más aún si vinieran con sus familias. En España, a diferencia de
otros países comunitarios, las zonas rurales remotas, desaventajadas o
atrasadas, lo son muchas veces por su déficit demográfico, ¿no se estará
desaprovechando una oportunidad única, tanto para estos espacios como para
estas gentes?