MARCO TEÓRICO

A estas alturas es necesario interiorizarse en ciertos elementos fundamentales para nuestro análisis propuestos por la teórica Mieke Bal, la cual introduce el concepto de focalización: término equivalente a lo que nosotros conocemos como punto de vista o perspectiva narrativa.

“Me referiré con el término focalización a las relaciones entre los elementos presentados y la concepción a través de la cual se presentan. La focalización será, por lo tanto, la relación entre la visión y lo que se ‘ve’, lo que se percibe.” (Mieke Bal, 1985: 108).

Seguido del término focalización viene, lógicamente, el de focalizador quien es el sujeto de esta acción focalizadora. Si entendemos a éste como el punto desde el que se contemplan los elementos comprenderemos que puede darse en un personaje que esté dentro de la fábula o fuera de ella. Al estar dentro, coincidiendo con el personaje, será llamado focalizador personaje (FP) o interno y su visión será evidentemente parcial y limitada. En todo caso, es importante señalar que la focalización adosada a un personaje no tiene porque pertenecer a éste durante todo el relato, puede pasearse de un personaje a otro. De esta forma, ya no recibiríamos una visión tan parcializada de la fábula sino más amplia y tal vez más cargada de información. En el caso de que la focalización venga de un agente anónimo o situado fuera de la fábula, éste funcionaría como focalizador externo (FE) al parecer, su visión vendría cargada de objetividad. También se puede dar que en un relato se alternen ambos focalizadores. Cabe destacar que lo focalizado no es necesariamente un personaje, sino otros objetos, paisajes, situaciones, acontecimientos, etc. De esta forma, se nos podría presentar también una opinión del focalizador sobre el objeto focalizado; es decir que el focalizador interprete la realidad que tiene a su alrededor y le imprima un carácter, en ocasiones, un tanto más subjetivo.
Por su parte, la propia Mieke Bal, distingue narrador de focalizador y define, al primero de éstos, de la siguiente manera:

“Cuando (...) hable del agente narrativo, o narrador querré decir el sujeto lingüístico el cual se expresa en el lenguaje que constituye el texto.” (Bal, 1985: 125).

“Además este tópico (narrador) se relaciona profundamente con el concepto de focalización, con el que se ha identificado tradicionalmente. Juntos, el narrador y la focalización, determinan lo que se ha dado en llamar ‘narración’. De forma incorrecta puesto que sólo el narrador narra o sea enuncia lenguaje que cabe calificar de narrativo puesto que se refiere a una historia.” (Bal, 1985: 126).

Luego de entender que para la existencia de un narrador es fundamental la presencia de un focalizador y viceversa, podemos retomar la idea que expresamos al inicio de este estudio con relación a los diferentes tipos de narrador que presentamos como narrador personaje y externo y que, además, trataremos de aplicar a cada uno de los elementos que componen este trabajo comparativo.
En el caso del narrador externo (NE), éste nunca participa como personaje del relato que él mismo narra, sino que siempre está hablando de otras personas o de otras situaciones u objetos. Por su parte, el narrador personaje (NP) es quien obligatoriamente está vinculado a la fábula, sin necesidad de ser el protagonista, refiriéndose a sí mismo.

“La diferencia entre NE y  un NP, un narrador que cuenta de otros, y un narrador que habla sobre sí mismo, podría relacionarse con una diferencia en la intención narrativa. Un NP suele mantener que cuenta hechos verídicos sobre sí mismo. Puede fingir que está escribiendo su autobiografía. (...) La intención de un narrador interno puede ser también la de presentar como verídica una historia sobre otros.” (Bal, 1987: 128).

Desde el punto de vista del narrador, no solamente hemos decidido trabajar con la investigadora Mieke Bal, sino que hemos optado por ampliar estos conceptos con la tetrapartición propuesta por Gérard Genette y expuesta claramente por Cesare Segre (Segre, 1985: 309-310). Los cuatro componentes que participan de esta clasificación son los siguientes:
1.- Heterodiegética: es el tipo de narración donde el narrador está ausente de la historia narrada.
2.- Homodiegética: es el tipo de narración en la cual el narrador está presente como personaje. En el caso específico que el personaje sea el protagonista esta narración se llamará autodiegética.
3.- Intradiegética: nivel narrativo en que la narración está hecha por un narrador en segundo grado, o sea, que está incorporado al nivel de la acción.
4.- Extradiegética: nivel narrativo en el que la narración se presenta a través de un narrador en segundo grado y que además es parte de un nivel narrativo diferente al nivel en que ocurre la acción principal.
Entre estos niveles, además, se pueden producir cuatro combinaciones más que derivan de la posición del narrador.
1.- Extradiegética-heterodiegética: el narrador permanece fuera de lo que está narrando.
2.- Extradiegética-homodiegética: el narrador que pertenece al primer grado narra su relato.
3.- Intradiegética-heterodiégetica: un narrador en segundo grado (personaje) narra historias en las que está ausente.
4.- Intradiegético-homodiegético: la historia propia es narrada por un narrador en segundo grado.
Posteriormente, aplicaremos estas clasificaciones en el análisis comparativo antes mencionado y siempre relacionándolo con la propuesta del relato ficcional y factual de Gérard Genette.
Al continuar consideramos fundamental conocer como este autor francés presenta los relatos de tipo factual y ficcional. Según Genette, hasta ahora todos los narratólogos se han preocupado casi exclusivamente del relato de ficción tomándolo como modelo de todo relato. Con respecto a esto  -y en oposición a John Searle- el autor propone examinarlo desde otro punto de vista, o sea, no cuestionándose el ritmo o el objeto del relato de ficción, sino analizando las razones que ambos (ficcional y factual) pueden tener para actuar con relación a la historia que describen, sencillamente, porque ésta es tomada, en algunos casos, como real o ficticia.

“A la pertinencia de semejante intento se opone la opinión, entre otras,  de un John Searle, para quien a priori ‘no hay propiedad textual, sintáctica o semántica [ni, por consiguiente, narratológica] que permita identificar un texto como obra de ficción’, porque el relato de ficción es un puro o simple fingimiento o simulación del relato factual, en que el novelista, por ejemplo, hace sencillamente como que (pretends) cuenta una historia verdadera, sin aspirar en serio al crédito del lector pero sin dejar la menor huella en su texto de ese carácter no simulado en serio.” (Genette, 1993: 55).

Para ahondar en este tema, el autor aplica el procedimiento utilizado en Discurso del Relato (Genette, 1984), donde analiza los relatos desde diversas miradas como son: el orden, la velocidad, la frecuencia, el modo y la voz. En este ejercicio comparativo nos interesa primariamente la cuestión de la voz narrativa, en la cual nos detendremos a continuación.
La voz narrativa se caracteriza por poseer diferentes apreciaciones de tiempo, persona o nivel. En el primero de éstos no hay grandes discrepancias entre el relato factual y el ficcional. En el caso de la persona se presentan tanto narradores heterodiegéticos como homodiegéticos en ambos tipos de relato, pero en el caso especial del último de éstos se pueden observar distinciones debido a la lejanía que se presentan en torno a la veracidad del relato factual con respecto al ficcional.
Para facilitar su estudio, Genette presenta un esquema triangular que esta formado por: autor, narrador y personaje. Entre estos componentes, el teórico encuadra los relatos factuales y ficcionales y encuentra las relaciones que definen a cada uno de éstos en los diferentes niveles.
Para ejemplificar, la ruptura entre personaje y narrador (N = P) arroja como resultado un narrador heterodiegético, así como su igualdad (N = P) evidencia una narración de carácter homodiegética. Asimismo, el divorcio entre autor y personaje (A = P) se acerca a la biografía ficcional o factual; como a la inversa, su opuesto (A = P) se relaciona con la autobiografía ya sea homodiegética o heterodiegética. Finalmente, Genette, indica la relación autor-narrador de la siguiente manera:

“Falta por examinar la relación entre el autor y el narrador. Me parece que su identidad rigurosa (A = N), en la medida que podamos establecerla, define el relato factual, aquel en que, en los términos de Searle, el autor asume la plena responsabilidad de las aserciones de su relato y, por consiguiente, no concede autonomía alguna a narrador alguno. A la inversa, su disociación (A = N) define la ficción, es decir, un tipo de relato cuya veracidad no asume en serio el autor...” (Genette, 1993: 65).

Acto seguido, el investigador francés enumera una serie de esquemas con el propósito de explicitar la teoría antes expuesta.
Esta esquematización surge de la doble fórmula A = N à relato factual, A = N à relato ficcional, sea el carácter del contenido del relato ficticio o histórico.

                        A
                                       Relato histórico (abarca la biografía)
      N            =            P

                  A
                                       Ficción homodiegética
      N             =            P

                  A
                                       Ficción homodiegética
      N            =            P

                  A
                                       Autobiografía heterodiegética
      N            =            P

                  A
                                       Ficción heterodiegética
      N            =            P
 

En nuestro marco teórico además utilizaremos el neologismo creado por Mijail Bajtin donde analiza el tiempo y el espacio como un todo íntimamente relacionado en la novela. Es así como este teórico ruso da vida al cronotopo.

 “Vamos a llamar cronotopo (lo que en traducción literal significa ‘tiempo-espacio’) a la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. (...) es importante para nosotros el hecho de que expresa el carácter indisoluble del espacio y el tiempo (el tiempo como la cuarta dimensión del espacio). Entendemos el cronotopo como una categoría de la forma y el contenido en la literatura... En el cronotopo artístico-literario tiene lugar la unión de los elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto. El tiempo se condensa aquí, se comprime, se convierte en visible desde el punto de vista artístico; y el espacio, a su vez, se intensifica, penetra en el movimiento del tiempo, del argumento, de la historia.” (Mijail Bajtin, 1989: 237-238).

Al referirse al tiempo, Bobes Naves, indica que éste se puede distinguir entre tiempo de la historia (cronológico) y tiempo del argumento (literario).

“Las acciones de la historia tienen un tiempo implicado que se va sucediendo al paso de una a otras en un orden cronológico, paralelo y por referencia a la trayectoria vital de los sujetos, generalmente suele seguirse el tiempo vivido por el protagonista...” (María del Carmen Bobes Naves, 1993: 167).

Relacionado con lo propuesto por la investigadora, Darío Villanueva -basado en la teoría cronotópica de Bajtin- señala que el tiempo de la historia se relaciona con un tiempo externo, o sea de los hechos narrados, en cambio el discurso está ligado a un tiempo interno o intrínseco que se ve reflejado en la secuencia narrativa.
Para una mayor clarificación y comprensión del texto es el tiempo argumental el que reduce obligatoriamente al de la historia ya que es imposible relatar la historia por completo, hay hechos de importancia menor que pueden ser pasados por alto, donde el escritor, en este ámbito, puede acomodar el tiempo de la historia para adaptarlo a un tiempo literario en el argumento.
Luego de exponer brevemente el tiempo en un discurso novelesco, debemos definir la función del espacio como parte del cronotopo bajtiniano.
Para comenzar, el espacio es vital para el crecimiento humano ya que nos desarrollamos en un entorno netamente topológico como lo describe Manuel Ángel Vázquez Medel en su ensayo Del escenario espacial al emplazamiento:

“...nuestra concepción del mundo y de la realidad es esencialmente topológica; que  topológicos son los fundamentos del lenguaje y que incluso el tiempo es captado desde dicha topología ontológica. Analizar la realidad humana es, de alguna manera, realizar una cartografía del ser y de sus acciones (y pasiones), a través del lenguaje.” (Manuel Ángel Vázquez Medel, 1999: 1).

Esta noción de espacio al igual que la de tiempo es, por supuesto, histórica pero en el caso del espacio su historicidad se entiende desde el momento de la elección de los lugares donde ocurren los acontecimientos, que se transforman en “lugares comunes”, en tópicos gracias a las obras de un siglo o de un periodo cultural. De esta forma, la relación tiempo-espacio en la historia hace distinguir rasgos característicos a través de la evolución del género novelesco o narrativo, por lo tanto, lo que Bajtin llama cronotopo puede llegar a ser específico de un tipo de novela (novela bucólica, costumbrista, picaresca) o de la novela de una época específica (novela griega, medieval, barroca).
Darío Villanueva afirma que: “el espacio objetiva al tiempo hasta el extremo de que pensamos en el tiempo como en espacio, pues sólo localizándolo llegamos a adquirir conciencia de él.” (Darío Villanueva, 1989: 42). Por ejemplo, todos tenemos conciencia que un conjunto de acciones debe suceder durante un tiempo determinado; sin embargo los personajes y objetos que perpetúan estas acciones se deben situar obligadamente, en una forma estática o dinámica, en un espacio definido. De esto se desprende que el espacio es un lugar físico donde se encuentran objetos y personajes y,  por lo tanto, puede transformarse en un elemento organizativo y estructural de la novela.
Por lo mismo, podemos afirmar que los cronotopos son trascendentales tanto en el ámbito temático como en el figurativo, ya que cumplen con la labor de organizar “los principales acontecimientos argumentales en la novela. En el cronotopo se enlazan y desenlazan los nudos argumentales.” (Bajtin, 1989: 480). Es así como Bajtin divide el cronotopo en dos, definiendo un cronotopo interno como el tiempo-espacio de la vida representada y un cronotpo externo como tiempo-espacio real en el que tiene lugar la representación de esta vida.
Finalmente, es necesario destacar que el cronotopo carece de contenidos narrativos debido a que ellos componen las coordenadas en los lugares que suceden y se desarrollan las acciones y sus sujetos.
 
 

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Academic Year 00-01
07/02/2001
©a.r.e.a. Dr. Vicente Forés López
©Ana Aroa Alba Cuesta
Universitat de València Press