CORPUS COMPARATIVO

Luego de plantear la hipótesis y definir los límites de acción de nuestro trabajo es prudente continuar esta investigación con una presentación tanto histórico-situacional, como teórica -siempre enfocada desde el punto de vista del narrador y del juego entre ficción y realidad- de los elementos que conforman el corpus de esta investigación.

DE MÁS A TIERRA A ROBINSON

Con la intención de enmarcar la historia de vida seleccionada y relatada por isleños, consideramos importante resaltar, en forma somera, el contexto histórico-social de dicha particular comunidad del Archipiélago de Juan Fernández. De esta manera, nos remitiremos a algunas referencias que giran en torno a los 425 años de este conjunto de islas, ubicadas a más de 700 kilómetros del puerto de Valparaíso. En concreto, presentaremos una mirada general desde su descubrimiento hasta nuestros días, repaso cronológico de vital interés para el desarrollo de esta investigación.
La isla de Más a Tierra (33º37’S, 78º53’W) fue descubierta El 22 de noviembre de 1574 por el navegante portugués, al servicio de la corona española, Juan Fernández. Durante el tiempo en que permaneció deshabitada fue refugio de piratas y corsarios, quienes después de abastecerse y terminar con el escorbuto -enfermedad que diezmaba a las tripulaciones de todas las embarcaciones de la época- zarpaban para devastar los diversos puertos de las costas del Pacífico Sur.
Casi un siglo y medio después de su descubrimiento, vivió allí, por cuatro años y cuatro meses, el navegante escocés Alexander Selkirk. Este marinero zarpó, a los mares del Sur, desde Inglaterra en mayo de 1703 con la expedición pirata que encabezaba el conocido bucanero William Dampier. Al poco tiempo de la partida, fue ascendido a “sailing master” de una de las principales embarcaciones: el Cinque Ports. Cuando la expedición estaba a la altura del Archipiélago de Juan Fernández, Selkirk discutió con su capitán (Thomas Stradling) y solicitó ser desembarcado en la deshabitada isla de Más a Tierra.

“Mientras tuvo el buque  a la vista, el resentimiento con el capitán que le había maltratado sostuvo su entereza, pues conceptuaba el partido elegido como el preferible. No pudo, sin embargo, impedir que su corazón latiese con más fuerza, y le dominase el enternecimiento, al considerarse separado de sus camaradas y, por ende, de todo comercio humano.” (Sir Ricardo Steele, 1718: 5732).

En definitiva, este navegante escocés se quedó en Juan Fernández más de lo esperado y sólo con la compañía de su equipaje compuesto por un cofre, sus vestidos, la cama, un fusil, una libra de pólvora, buena provisión de balas, un pedernal con su acero, unas pocas libras de tabaco, un hacha, un cuchillo, un caldero, una Biblia y otros libros de devoción (Steele, 1718).
Durante los primeros días la angustia de Selkirk fue extrema, siempre aguardando y oteando el horizonte con la esperanza de ser rescatado. Con el pasar de los meses, y a medida que se aproximaba el invierno, el abandonado hombre construyó su morada y se transformó en un especialista en la caza de tortugas marinas y cabras salvajes; de estas últimas también utilizó sus pieles como vestimenta. Además, se dedicó a la recolección de frutos y hortalizas silvestres y con ellos logró mantener una dieta balanceada durante su estadía en este lugar. Es así como el 31 de enero de 1709, Alexander Selkirk es rescatado por los capitanes Woodes Rogers y Edward Cooke, siendo nombrado inmediatamente marinero segundo del Duke, una de las
embarcaciones de la expedición.
La historia de este aventurero inspiró, a principios del siglo XVIII, varias narraciones de escritores tales como William Cowper y Sir Richard Steele. Se presume que esta popular anécdota y sus posteriores publicaciones sugirieron a Daniel Defoe el argumento de la que se considera como la primera novela en lengua anglosajona: The Life and Strange Surprizing Adventures of Robinson Crusoe, publicada en 1719.

 “...porque dentro de las letras inglesas es el primer caso claro y definido en el que podemos hablar de una novela.” (Aránzazu Usandizaga, 1987: X).

A mediados del siglo XVIII, y con Selkirk ya instalado en el Reino Unido, España decide colonizar las islas. Se construye en la bahía principal el fuerte de Santa Bárbara y la Iglesia Parroquial de San Antonio. El archipiélago es utilizado como lugar de reclusión. Posteriormente, en 1838, por diversas razones como maremotos, sublevaciones de los prisioneros, encuentros entre capitanes de diferentes bandos, etc. Más a Tierra queda deshabitada.
En 1851, Juan Fernández es incorporado como subdelegación a la jurisdicción política y administrativa de Valparaíso. En 1877, se adjudica al Barón suizo-prusiano Alfred Von Rodt, la colonización de la isla, por dos mil quinientos pesos. El propósito de este extranjero era radicarse allí, y explotar tanto en forma ganadera como agrícola el territorio. El distinguido noble europeo llegó a la isla acompañado de ocho familias, entre chilenas, alemanas, francesas e inglesas y quienes desde esa fecha y hasta el día de hoy son considerados los primeros colonos y pioneros de la población estable de Juan Fernández.
El gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, en 1966, dicta el Decreto Supremo que rebautiza a la isla de Más a Tierra como Isla Robinson Crusoe y a la isla de Más Afuera como Alejandro Selkirk (33º45’S, 80º45’W), siendo Santa Clara (33º45’S, 79º01’W), la más pequeña del archipiélago, la única que conservaría su nombre.
De acuerdo al último censo de 1992, en Juan Fernández habitan alrededor de 509 personas, de las cuales casi 200, y en su mayoría varones, se dedican a la pesca de diversos tipos de productos del mar. En la temporada alta es permitido extraer la preciada langosta de Robinson Crusoe; carroñero que desde Valparaíso o Santiago es exportado a diversos lugares del mundo. Entre mayo y octubre de cada año se ha implantado un periodo de veda de este crustáceo, pudiendo capturarse sólo en la Isla Alejandro Selkirk, ubicada a 14 horas de navegación, aproximadamente, de Robinson Crusoe. Por lo mismo, durante gran parte de la temporada alta un sector de la población se traslada a Más Afuera para obtener el producto en mayores
cantidades y de mejor calidad y tamaño. Por otro lado, la mujer isleña realiza labores del hogar y, en su tiempo libre, desarrolla la artesanía con materias primas autóctonas como coral negro o árbol de mar, cuero de pescado, cuero de chivo (cabra salvaje), espadas de albacora (pez espada) y caparazones de langostas disecadas.
En los meses de veda, en la isla principal -única habitada durante todo el año- los pescadores se dedican a la sustracción de peces que comercializan internamente o, en su efecto, con restaurantes interesados de la capital del país.
Hoy en día, ya en el año 2000, en el poblado de Juan Fernández aún permanecen sucesores directos del Barón de Rodt por cuarta o quinta generación, como también de cada una de las familias colonas. Todos estos personajes forman parte de la cultura robinsoneana y dan vida al pequeño Poblado San Juan Bautista en la Bahía Cumberland, en Robinson Crusoe, única isla habitada permanentemente del Archipiélago de Juan Fernández.

HISTORIA DE ROBINSONES

Como primera fuente factual (Genette, 1993: 8) hemos optado por rescatar historias de vida (ver apéndice 1) realizadas, por medio de entrevistas epistolares, a personas que habitan en el Archipiélago de Juan Fernández. En una primera etapa, se preparó un cuestionario tipo que fue enviado a un grupo de quince isleños. De estos se eligieron sólo cinco, de acuerdo a criterios de selección preestablecidos en virtud de los contenidos que interesan para dicho trabajo. A estos últimos se les realizó un segundo cuestionario más minucioso y derivado -en cierta medida- de las respuestas entregadas en el primer ejercicio. Finalmente se eligió un isleño, utilizando los cuatro restantes como soporte para la construcción del actor central de la historia
(que se basa esencialmente en este primer seleccionado y que hemos bautizado, para efectos de la historia de vida isleña, como Pinto).
Para crear el cuestionario y la forma de presentarlo a los entrevistados (el ejercicio se desarrolló en forma epistolar Sevilla – Juan Fernández y vice versa) nos basamos en diversos estudios antropológicos y sociológicos, los que nos aconsejaron seguir por el siguiente camino. En un comienzo nuestra pretensión, además de incursionar por primera vez, como investigadores, en  éste ámbito, fue conocer formalmente y en mayor profundidad la visión que tienen los habitantes del Archipiélago de Juan Fernández sobre su idiosincrasia y modo de vida, a través de una propuesta planteada desde España, por escrito, y avalada por nuestra calidad de chilenos y ex habitantes de esta comuna insular.

      “Lo que se investiga es la forma en que las personas dan sentido a su vida, así como las
      relaciones entre la sociedad y su vida: oralmente y en un texto (...)
            Hay muchas personas que nunca escribieron ni contaron su historia, cuyas vidas
      permanecen invisibles. Son personas sin voz.” (Jesús M. de Miguel, 1996: 21).

      Una de las causas que nos motivó a rescatar las voces, de un sector representativo de habitantes de la
isla, fue sencillamente la necesidad de conocer y difundir las opiniones de las personas que día a día y
anónimamente, participan de las construcciones cotidianas que dan vida al único poblado de dicho conjunto
de islas. Recuerdos, sensaciones y sentimientos que cada una de ellas ha asimilado en su imaginario en torno
al aislamiento y que surgen a través de las relaciones con la realidad social y física del continente;
construcciones ordinarias que, al mezclarse entre sí, arrojan como resultado una visión colectiva sobre un
momento determinado de la historia o, en su defecto y de acuerdo a nuestros intereses, a un tema en
específico que forma parte de su cotidianeidad como es la concepción y asimilación del aislamiento y la
insularidad.

“La historia de vida está compuesta de pequeños sucesos, historietas. Pero lo importante no es la colección de estas narraciones sino la forma en que cada una se relaciona con el todo y las interconexiones entre historietas. Esta red de relaciones entre sucesos (organizados de forma cronológica) es lo que explica la vida en su totalidad, y le da sentido.” (Miguel de, 1996: 42).

En consecuencia, plantear un proyecto que involucra historias de vida tiene como propósito plasmar diferentes situaciones del sujeto y las reacciones de éste hacia acontecimientos específicos; es decir, nuestra labor fue ampliar el campo de trabajo y el nivel de información por medio de la experiencia que el entrevistado, a través de un minucioso cuestionario, nos entregó.

“... es un relato de la experiencia individual que releva las acciones de un individuo como actor humano y participante en la vida social.” (Grece Blumer en Homero R. Saltalamacchia, 1992: 20).

A raíz de esta cita, el autor define los materiales que podrían valer al investigador para efectuar una historia de vida. En primer lugar, plantea la posibilidad de realizar su trabajo por medio de autobiografías, cartas y diarios, “cuya característica es la de tratarse de documentos escritos por los mismos actores.”

Basándonos en esta primera clasificación decidimos realizar nuestro trabajo sobre cómo perciben el aislamiento los habitantes de una zona insular.

“Existen historias de vida originalmente escritas (por ejemplo en forma de cartas como las de JS)... protagonista de ‘Hacer la América’ de Juan F. Marsal, seguramente la historia de vida española más importante. El relato se construye con el material enviado en forma de cartas de un español emigrado  a Argentina, y que J.F. Marsal pagaba.” (Miguel de, 1996: 21).

Nosotros, además de los sellos postales, no nos vimos en la obligación de invertir más de la cuenta, ni de pagar a los entrevistados. Esto, gracias a los lazos establecidos durante nuestra permanencia en dicho lugar; situación que además nos permitió elegir, sin pensarlo dos veces, el tema a tratar y el modo de operar, rechazando por tiempo y dinero las otras dos fuentes directas que se deberían utilizar para una investigación de esta envergadura. Estas son: los informes y testimonios orales o relatos de vida[1] y la encuesta o cuestionario biográfico debido a que ambos métodos requieren de la presencia in situ del investigador y esto, como ya lo enunciamos, nos era imposible de realizar por motivos principalmente económicos. Además, y con relación a la encuesta o cuestionario biográfico, el propósito último no era remontarnos a un episodio específico de la historia de Robinson Crusoe, ni biográfico de los entrevistados, sino a un tema determinado como es el “síndrome de insularidad y aislamiento”.

A pesar de que las historias de vida -bajo un prisma positivista-  durante mucho años estuvieron en duda por su carencia de objetividad -ya que sus resultados no son comprobables empíricamente- con el tiempo comenzaron a hacer importantes contribuciones, comprobándose que podían ser vitales para un mayor y mejor conocimiento de determinados grupos sociales.

“En tanto material simbólico, el dato es siempre una determinada estructuración de la realidad;  la transposición de lo real a lo simbólico siempre representa un proceso de reducción, de síntesis y de atribución de sentido; en tanto dato, lo real es siempre un real construido. Por todo esto, la crítica teórica del dato ni es ni puede ser la crítica de su objetividad sino la crítica de su proceso de construcción.” (Saltalamacchia, 1992: 34).

De esto se desprende que, probablemente, los métodos de análisis del investigador pueden tener un alto grado de objetividad, pero al ser aplicados en seres humanos y, por lo mismo, en cualquier análisis de las ciencias sociales no puede ser ni será jamás enteramente objetivo.

“... llega a olvidarse que también en la manipulación cuantitativa hay un salto a lo simbólico (y por ende a la intervención del sujeto) que no puede ni debe ocultarse tras la fascinación del número.” (Saltalamacchia, 1992: 42).

Se podría decir que este salto a lo simbólico es fundamental en la configuración de representaciones cognitivas y, por supuesto, que éstas se desarrollan tanto en el ámbito individual como colectivo. Así, dichas imágenes nacen de diferentes grupos conformados sobre la base de su experiencia y configuración social que se construye por medio de la interpenetración o intercomunicación de sus vivencias. Es sólo a través de esta intercomunicación que se logra forjar un “universo simbólico común.”

 “Esas historias comunes, con sus semejanzas e interpenetraciones lingüísticas y culturales, tienden a unificar las experiencias de esas comunidades. Pero esa unificación nunca es total. Ni en sus formas más simples y primarias tales comunidades llegan aún a
completa homogeneidad.” (Saltalamacchia, 1992: 96).

Consideramos que una posible excepción ante este último testimonio, puede ser la comunidad de Juan Fernández, debido a sus particulares condiciones geográficas y poblacionales. Si partimos de la base de que la completa homogeneidad no existe (en rigor es necesario solamente que un individuo piense, o se comporte, de manera inusual para romper con lo establecido) esta pequeña sociedad se acercaría, de alguna forma, a la definición antes citada. Pero si ampliamos nuestra visión, y si consideramos que en toda comunidad excepcionalmente hay más de uno que no se rige por los patrones tradicionales, los habitantes de la Isla Robinson Crusoe se acercan más a la definición de un tipo de sociedad homogénea que a una heterogénea,
sin dejar de ser una sociedad compleja. Pero, tal vez, con un grado distinto de complejidad, suficiente para enmarcarse en la enumeración que Kardiner da al concepto de “Personalidad básica”:

“1) técnicas de pensamiento análogas;
2) ciertos sistemas de seguridad y defensa institucionalizados que permiten a los miembros del grupo hacer frente a sus necesidades en forma predecible y comúnmente aceptada y
3) un cierto ‘super-yo’ común, encarnado en las creencias religiosas y en ciertas convicciones respecto a los deberes para con el grupo.” (Saltalamacchia, 1992: 159 - 160).

Al conocer estos tres conceptos y al aplicarlos a la sociedad isleña tenemos la certeza que los dos últimos son características que se encuentran en esta comunidad. La existencia de una conciencia social cuyo objetivo es respetar y defender las costumbres y tradiciones lugareñas, como también, el velar por los deberes para con su entorno social, además de un sentido colectivo que, ante cualquier inconveniente, es capaz de unirse para luchar por sus intereses y principios, son elementos que calzan con la enumeración anteriormente citada.  En el caso de las técnicas de pensamiento análogas, nos es difícil descartarlas de raíz, pero consideramos que afirmar que una sociedad, por muy pequeña que sea, piense bajo cánones similares es un
tema un tanto más ambicioso que las lecturas que se pueden hacer en torno a acciones de carácter más palpables y masivas como es el respeto, la defensa y la seguridad de un territorio.
La causa principal que nos lleva a trabajar con historias de vida es que existen muy pocas fuentes directas[2] que analicen o describan la historia de Juan Fernández y menos su funcionamiento social y cultural; es decir, se presenta una carencia de información específica y actualizada sobre los tópicos que pretendemos plantear como parte de nuestro corpus comparativo.
Un punto a favor al realizar este cuestionario  fue conocer previamente, y por experiencia propia, el funcionamiento de esta región y el suponer, de alguna manera, la postura de los entrevistados ante el tema del aislamiento.

“Y uno de los momentos en que esa responsabilidad se pone a prueba es justamente el de la preparación de las entrevistas (...) sólo es asegurada si, antes de ella, el entrevistador se familiarizó profundamente con el universo fáctico y cultural del entrevistado...” (Saltalamacchia, 1992: 180).

“Si el escritor desea obtener una buena historia de vida es preciso que se vea envuelto en ella; es inevitable que su experiencia personal se mezcle con la historia narrada o transcrita.” (Miguel de, 1996: 28).

Este mismo planteamiento puede observarse desde un punto de vista negativo al preguntarse si el(los) entrevistado(s) al haberse relacionado o haber conocido al investigador/emisor, en algún momento de su vida, puede sugestionar la respuesta. Esta puede ser una crítica muy viable y nuestro único argumento al respecto es que la distancia; o sea, el no hacer una entrevista cara a cara otorga -creemos- a la situación un mayor grado de solemnidad al provenir de un lejano país y cuyo fin es fundamentalmente académico. El grado de confabulación que deben tener ambos participantes nace del acercamiento que existió, se quiera o no se quiera, en la isla. La excesiva confianza en la que se podría caer al estar frente a frente, se rompe al realizar este ejercicio de manera epistolar (formal) y de acuerdo a las condiciones que el curso así establece.
Por lo mismo, fue necesario hacer el primer cuestionario con preguntas cerradas, sin quedar otra opción, definidas y orientadas a temas específicos. En ellas se realizó  -como asevera el autor anteriormente citado- una estructura de relevancia de los hechos, donde la respuesta personal no debe escapar de ciertos márgenes que pudieran despegar, luego de la interpretación de lo preguntado, con destino a otros rumbos que se escapan de lo pretendido por este trabajo.

“Es la presencia de esa pregunta lo que permitirá que el investigador tome conciencia de los múltiples significados que se estructuran en cada entrevista”. (Saltalamacchia, 1992: 173).

Es aquí y luego de la lectura y análisis de las respuestas del primer cuestionario donde nacen, después de la selección pertinente, las segundas preguntas que más específicamente aportaron a la construcción de la historia de vida de Pinto. Solicitándole a los entrevistados “-en la medida de lo posible- una ardua tarea intelectual; en la que el entrevistador deberá actuar como estímulo, pero nunca como reemplazo.” (Saltalamacchia, 1992: 178).

Aunque Saltalamacchia propone que se hagan tres entrevistas para lograr el objetivo de una historia de vida; al mismo tiempo indica que esta cantidad no siempre es posible  de aplicar y esboza como causa principal los problemas presupuestarios de un grupo de investigadores que deben movilizarse para captar la realidad social de un medio determinado.
Finalmente, al tener todos los cuestionarios en nuestras manos surgió el momento de gestar a Pinto, personaje y nombre ficticio que representará a los sin voz de Juan Fernández. Al mismo tiempo será el encargado de personificar, en el área que nos interesa, al sector de la comunidad de Robinson Crusoe que fue entrevistada epistolarmente con el propósito de dar un aporte, desde un punto de vista vivencial, a este ejercicio comparativo.

“El texto empieza a tener ‘vida propia’, independiente de la protagonista o de la autora material de la compilación.” (Miguel de, 1996: 39).

“Sentimientos ambivalentes recorren las narraciones que sobre sus vidas realizan los habitantes de la ciudad. En cada una de las etapas de dicho camino, la ciudad es resignificada como si ante una curva hubiera que desviarse. La resignificación tiene relación con vivencias como con recreaciones mentales de las prácticas ordinarias de la vida cotidiana.” (Mirta Barbieri, Mónica Lacarrieu, Isabel Laumonier y Eleonora Smolensky, 1994: 14).

Aunque la isla no es comparable a un centro urbano, de ninguna especie, en cada una de las curvas de sus senderos hemos encontrado esas resignificaciones y sentimientos ambivalentes que nos han presentado el “síndrome de insularidad” desde una nueva, y a veces sorprendente, perspectiva.
 
 

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Academic Year 00-01
07/02/2001
©a.r.e.a. Dr. Vicente Forés López
©Ana Aroa Alba Cuesta
Universitat de València Press