Casa Desolada (Bleak House) pertenece, junto con Hard Times (1854) y Little Dorrit (1855-57) al período más sombrío de la actividad creadora de Dickens (1812-70). Escrita entre 1852 y 1853 narra una historia donde aparece con excepcional intensidad la visión teñida de pesimismo que el gran novelista inglés tenía de la sociedad de su tiempo.
Sería una simplificación decir que Casa Desolada es una crítica de los lentos métodos de la justicia de su tiempo. Dickens, ciertamente, los había padecido en su carne y en la carne de quienes le eran próximos, pero como todo gran artista supo elevarse de lo particular a lo general. Por supuesto, se sabe que Dickens tenía una especial antipatía hacia los abogados y todo lo concerniente a los tribunales. Consideraba la justicia institucional como una traba más -y tal vez la más dolorosa, por más inapelable- de las que ataban socialmente a los hombres y mujeres de su tiempo. La acción de Casa Desolada se desarrolla en torno al famoso juicio Jarndyce versus Jarndyce que se prolonga a lo largo de años y años empobreciendo a las partes implicadas en el pleito pero enriqueciendo considerablemente a los abogados. Los personajes que pueblan la novela son nada menos que los nietos y biznietos de los demandantes primitivos y realmente ninguno de ellos tiene ya una idea muy clara de lo que se juega en ese pleito. Los tres implicados son huérfanos, dos muchachas y un chico.
Quien cuenta la historia en primera persona, Esther, no sabe sus verdaderos orígenes. Ha vivido siempre con una dama, a la que tiene por su madrina. Ada y Richard, los otros dos huérfanos, se enamoran. Y todos viven a costa de ese buen hombre que es el señor Jarndyce. Es un mundo variopinto, lleno de color a pesar de los toques de lobreguez. Hay más seres, por supuesto, poblando este libro excepcional. Ahí está el pobre Jo, que barre las calles de la ciudad y que será una pieza clave en la resolución del enigma de los orígenes de Esther; el detective que le sigue por los barrios más miserables de Londres, ese Snagsby que es, en cierto modo, un precursor de tantos sabuesos de la literatura posterior; la señora Jellyby, obsesionada por la suerte de los negros en África pero que no se preocupa de sus hijos…
Menos conocida en España que otras grandes novelas de Dickens, Casa Desolada es, sin embargo, una de sus obras maestras. Novela llena de imágenes inolvidables -como esa niebla que recorre el libro, con sus implicaciones simbólicas- de personajes que poseen esa corporeidad que sólo el genio dickensiano podía dar a sus criaturas, nos presenta a un Dickens qu es ahora más consciente de la complejidad de entrecruzarse de los destinos humanos. Sin duda es un Dickens donde ciertas ilusiones se han esfumado, que ya está lejos de cualquier recuperación optimista de un país que vivía sus momentos de esplendor total bajo la égida de una reina, Victoria, no demasiado imaginativa, pero sí consciente de que su pueblo era el elegido por los dioses para instaurar un imperio sin igual. Para Dickens el mundo que existía de verdad era el de la otra cara, el de la sombra de los fastos y esplendores victorianos.
En Casa Desolada nos encontramos a un Dickens menos divertido quizá, pero más profundo que en otras de sus novelas. Hay algo de profético en esa voz que describe la miseria de su tiempo. Algo que impregna a la novela de un aura de rara poesía, casi espectral, y que la concierte en inolvidable.
Nabokov, en sus admirables clases de Wellesley y Cornell University, dedicadas a analizar figuras tan dispares como Austen, Dickens, Flaubert, Joyce, Kafka, Proust o Stevenson, dice al hablar de esta novela: “Con Dickens nos ensanchamos. Me parece que la obra de Austen es una encantadora readaptación de valores anticuados. En el caso de Dickens, los valores son nuevos. Los autores modernos todavía se embriagan con su cosecha… Sencillamente hemos de rendirnos ante la voz de Dickens: eso es todo. Si fuese posible, me gustaría dedicar los cincuenta minutos de clase a la muda meditación, concentración y admiración de Dickens. Sin embargo mi misión es dirigir y explicar esas meditaciones, esa admiración. Todo lo que tenéis que hacer al leer Casa Desolada es relajaros y dejar que sea vuestra espina dorsal la que domine. Aunque leáis con la mente, el centro de la fruición artística se encuentra en vuestros homóplatos. Ese pequeño estremecimiento es con toda seguridad la forma más elevada de emoción que la humanidad experimenta cuando alcanza el arte puro y la ciencia pura. Rindamos culto a la médula espinal y a su hormigueo. Enorgullezcámonos de ser vertebrados, pues somos unos vertebrados en cuya cabeza se posa la llama divina. El cerebro no es más que una prolongación de la médula, pero el pábilo recorre toda la vela de arriba a abajo. Si no somos capaces de experimentar ese estremecimiento, si no podemos gozar de la literatura, entonces degemios todo eso y limitémonos a los tebeos, a la televisión y a la novela de la semana. Pero creo que Dickens demostrará ser más fuerte.”
Después de oir tantas veces criticar el realismo decimonónico como un empobrecimiento reduccionista de la realidad al encontrarnos con un Tolstoy, un Baslzac, un Galdós o un Dickens, analizados bajo una luz exigente, menos epidérmica, nos damos cuenta de que su grandeza no se basa tan sólo en la reconstrucción más o menos minuciosa y rigurosa de los procesos sociales e individuales. Detrás del gran realismo hay otro mundo, espectral y visionario, un mundo que pertenece exclusivamente a ese misterio que llamamos arte; esa es una de las claves por las cuales cada vez nos volvemos con mayor interés hacia ese siglo XIX que durante una época estuvo tan de moda denostar.
Casa Desolada es un libro emblemático de ese realismo que es más que realismo, que ofrece al lector abezado algo más que crónicas de lo que sucede. El genio de Dickens, en su vertiente más sombría y poética, hizo aquí de explorador de unos abismos, de unas laberínticas situaiones que nos fascinan a medida que nos vamos adentrando en este libro magistral. Casa Desolada no es una sátira ni es simplemente un cuadro social: es una reflexión novelada sobre la condición humana, sobre la locura y el fracaso, el dolor y la justicia, la compasión y el placer. Ninguna novela nos ha revelado más sobre la Inglaterra victoriana, sobre el trasfondo de su Historia. Es un libro apasionante, que nos se agota en una primera lectura, como todos los libros sobre los cuales el tiempo no ha pasado. Múltiple, complejo, abigarrado nos trae al Dickens macerado por las experiencias de una vida difícil de la cual extrajo una suprema sabiduría. Hay aquí un hombre excepcionalmente inteligente y compasivo, a la vez que genial escritor, mirando con agudeza impar el espectáculo de los desvaríos humanos.Estos comentarios pertenecen a la edición de Casa Desolada de Ediciones Alfaguara, 1987 (Madrid). Traducción de Fernando Santos Fontenla
Curso Académico 2000/2001
Hipertextos y literatura inglesa
© Ioana Basterra López
© a.r.e.a./ Dr Vicente Forés López
Universitat de València Press
jobaslo@alumni.uv.es