Después de la caída del imperio romano, no queda constancia escrita conocida de la utilización de la nieve. Sin embargo, en las áreas musulmanas se adoptaron y ampliaron sus aplicaciones y usos, aumentando su comercio.
Entre los años 850 a 1200, médicos musulmanes como Razés o Avicena la siguen utilizando en sus terapias, posteriormente el cordobés Ibn Rushd, conocido como Averroes (1126-1198), recupera las tradiciones galénicas, en cuanto a la utilización del frío y la nieve. En la Edad Media, en las cortes árabes se preparaban productos azucarados con zumos y frutas enfriadas con nieve.
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En la península e islas Baleares, fueron los árabes los que dieron a conocer y divulgaron su uso, para conservar carnes y pescados, refrescar bebidas, fabricar helados y usos medicinales. Construyeron edificios de conservación de nieve, así como útiles domésticos más pequeños para la refrigeración de las bebidas
Las Cruzadas y las amplias zonas por las que se movieron fueron punto de contacto para conocer y ampliar su uso y conocimiento. En una guía medieval del Camino de Santiago se cita “ desaconsejar al peregrino el consumo de pescado que no fuera extraído de los ríos, por la ausencia de pozos de nieve en los que proveerse para su conservación”
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En el Oriente, en especial en China e India la emplearon también tanto en usos terapéuticos como de consumo y mantenimiento de alimentos, en especial las clases dominantes y familias más ricas. Marco Polo (1254-1324 d.C.), a lo largo de sus viajes a Oriente, recoge varias recetas de postres helados usados en China desde tiempos inmemoriales, y son llevados a las cortes italianas, donde se inicia y fomenta su consumo.
Es una prueba de su disfrute, entre las clases elevadas, el hecho de que Carlos III el Noble rey de Navarra (1387-1425) mandara construir un pozo de nieve en su residencia real del castillo de Olite, donde falleció.
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