Pero estos países no están dispuestos a reducir sus emisiones sin recibir nada a cambio, por ello, llegaron a la Cumbre reclamando ayudas. Aquellos que poseen grandes masas de bosque que retienen CO 2 como son Brasil, Ecuador o Indonesia piden subvenciones para evitar la deforestación, acción que es responsable de un 20% de las emisiones. En la Cumbre de Kioto de 1997 no consiguieron este dinero ni tampoco lo han obtenido en Bali. China presentó recelos iniciales y reclamó más tiempo para estudiar el texto, mientras que India expresó su oposición al mismo alegando que eso no era lo acordado, que no sólo debían ser medibles los compromisos de los pobres, sino también la ayuda de los países ricos.
Los países en desarrollo encuentran su argumento perfecto en la actitud que ha sostenido EEUU en la Cumbre de Bali: cada estadounidense emite cinco veces más que un chino y no están sujetos a ninguna restricción. De hecho, De Boer afirmó que “no tiene sentido un acuerdo que no incluya a EEUU y aunque no es previsible que la Administración de Bush abrace ahora la causa ecologista, tampoco es probable que la obstaculice”. Bush está cada vez más solo, y la comunidad internacional ya le ve como un interlocutor prescindible. De hecho, los países miran ya la carrera electoral de EEUU para conseguir un sucesor a Kioto. |