versidad, la salinización, la contaminación, las inundaciones, los deslizamientos del suelo, así como alteraciones en los ciclos de los gases y los nutrientes, escasa capacidad de retención del agua y de degradar los contaminantes. Estos efectos influyen negativamente en la calidad del agua y del aire, la seguridad de los alimentos y, por supuesto, en el cambio climático.
Para evitar estas consecuencias, la Comisión Europea prevé diferentes propuestas:
Los países miembros deben rehabilitar e identificar todos aquellos suelos degradados, que sean susceptibles de erosión, de compactación, salinización, deslizamientos de tierra y que pierdan materia orgánica.
Los países miembros deben prevenir la contaminación de los suelos por sustancias nocivas y en caso, de que éstos ya estuvieran dañados deben rehabilitarlos.
Los países miembros deben concienciar a la población de las consecuencias que pueden generar las malas prácticas en los suelos.
La Unión Europea
ha estimado que la degradación del suelo podría ascender hasta un total de 38.000 millones de euros de gastos anuales. Además de ahorrar económicamente, las medidas de la Directiva
pueden contribuir a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que la protección del suelo supone, entre otras cosas, el almacenamiento del carbono.