Tu camino al periodismo


Recorres los distintos departamentos repartidos por los pisos de la facultad hasta que llegas al de Filología Hispánica. Ves a una mujer de espaldas a ti andando muy deprisa hacia un pasillo. Sin pensártelo dos veces llamas su atención y al girarse descubres que es Mercedes, la profesora que te dio la asignatura de Lengua Española Escrita en primero. Sigue tal y como la recuerdas: bien arreglada y con un tono de voz cordial que no deja escapar ni un solo fallo lingüístico.

--Hola. Me acuerdo de ti. ¿Qué tal van los estudios? ¿Puedo ayudarte en algo?

Piensas que la contestación que le des debería ser aprobada, palabra por palabra, por la Real Academia Española.

 

—Pos sí, mira. Ej que quiero de entregal este trabajo a un profesor de cual dezconosco el lugar esato donde tié’ su buzón.

–Sí, por favor. A lo largo de la mañana he querido entregar este dichoso trabajito. ¿me puedes indicar dónde está el buzón de este profesor?

–Sí, por favor. Te agradecería que me dijeras grosso modo dónde puedo encontrar el buzón de este profesor, el cual me encargó que lo realizara cuatro meses ha, conforme a lo que él había explicado en clase, pero por más que lo adecúo a los parámetros que nos dio, creo que no ha quedado como él espera.

–Sí, por favor. Tengo que entregar un trabajo a este profesor… Lo terminé hace unas horas. Como siempre, me perpetuo en mi vicio de dejármelo todo para última hora.

–Sí, por favor. Resulta que tengo que entregar este trabajo a un profesor, y no sé dónde está su buzón. De improviso te he visto y si me indicas dónde está no cometeré ningún traspiés.

--Sí, por favor. En toda mi vida no he entregado ningún trabajo por buzón. ¿Me podrías indicar dónde está el de este profesor?

--Mmm… sí, por favor. Necesito encontrar el buzón de este profesor.

Mejor que me ayude prestándome un euro, porque me voy al Castillo a beberme unos quintos.

  o... 

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