Princesas en tierra de monstruos
Está tierra está llena de princesas. Recorres sus tierras y ves miles de niñas pequeñitas, mocosas preciosas, de esas que te sonríen continuamente. Son más valientes que los chicos, mucho más. Son las pequeñas princesas de Mozambique.
Hace muchos días ya, en la oficina de GVC (otra ONG), estaba ayudando a Suzanne a recoger sus cosas, el proyecto acababa y estaba vaciando la casa y la oficina. Allí hay una familia con varios niños que son muy simpáticos. Mientras esperaba, la niña, la más pequeña se acercó, me sonrió, y se cogió de mi pierna cerrando los ojos. Los otros niños permanecían a una distancia prudencial, no fuera que el blanco les hiciera algo. Pero ella se acercó y me trató como si fuera alguien de su familia.
Claro, enseguida comencé a jugar con ella. La cogía de los hombros y le daba vueltas por el aire y esas cosas típicas que hacen que se rían mucho. Enseguida, los valientes muchachetes se acercaron para jugar también.
Muchas princesitas hay por todos lados. Conforme crecen van asumiendo las responsabilidades más importantes en la vida. El cuidado de los hermanos pequeños, la limpieza de la casa, trabajo en el huerto,... Y poco a poco los monstruos van apareciendo en sus vidas.
Las muchachas son embarazadas con 14, 15 años. Es rara la chica que con 20 años no tenga ya 3 ó 4 hijos. Obviamente con 30 ya tienen unos 6 hijos. Y me diréis que no salen las cuentas. Sí que salen, tienen 6 hijos y 4 ó 5 abortos por el camino. Pero aquí los abortos no son caprichos de la vida. Aquí los abortos son una situación normal, las embarazadas no dejan de llevar agua a la casa (4 ó 5 kms para recogerla), no dejan de limpiar, no dejan de trabajar en el huerto, no dejan de cuidar a los niños, no dejan de satisfacer a su marido. Ese es el monstruo esclavista.
Existen unas princesas de vestidos roídos y caras tristes. No pueden tener hijos, y en esta cultura, en medio del campo mozambicano, eso no es bueno. No está bien vista esa mujer. Muchas veces se dice que está maldita.
Hoy he ido a una serrería, quería comprar un poco de madera para hacerle unos juguetes a Chaka y a Misha. Estaba cerrada. He hablado un rato con el dueño que es un tipo norteamericano muy majo. Me ha contado que habían cerrado hoy porque ayer murió una de sus trabajadoras. Una chica joven, de unos 22 años. Los monstruos culturales se la habían comido. Ayer se ahorcó porque no podía tener hijos.
Existen también monstruos de carne y hueso. El otro día apareció en las noticias del país que habían desarticulado una banda organizada que se dedicaba a secuestrar chicas solteras, que no debían haber mantenido relaciones sexuales en los últimos cinco días. Las mataban, les cortaban la lengua y el esófago y les extraían el útero. Después estas cosas junto con la sangre se la llevaban a un curandero para que pudiera hacer sus trabajos. Estos son los monstruos de la ignorancia. Hay mucha gente con mucho dinero que acude a estos curanderos para que les hagan pociones y cosas de esas. El curandero en cuestión tenía dinero por todos lados, coches de lujo, mansión,... Y las pobre chicas eran torturadas por una mentira, por culpa de la ignorancia de los avariciosos de los poderosos. Pobre princesas mías.
Estos monstruos son brutales, son monstruos aniquiladores. Pero existen otro monstruos en el mundo que son peores. No acaban con las pobres princesas, las condenan a sufrir durante toda la vida.
Estas princesas no están sólo aquí, no son sólo mozambicanas, son también europeas, americanas, asiáticas,... Son pequeñas princesas con muchos sueños que los monstruos destrozan y dejan en muy malas condiciones.
Hay princesas que se enamoran. Dedican su vida a su pareja, dedican su vida a la satisfacción de su marido, cuidan de los hijos (sean de ella o no), hacen la comida, cuidan el huerto, dan a luz a los hijos. Pero a los monstruos no les gustan estas princesas. No les gusta ninguna princesa. Sólo les gusta jugar con ellas, hacerles daño. Cualquier princesa les vale. La madre de sus hijos es una más dentro de todas las que tienen. Satisfacen sus impulsos sexuales con ellas, satisfacen sus impulsos de violencia con ellas, les contagian el HIV, las abandonan por otras mujeres a las que explotar, las maltratan con sus palabras y hechos, ...
Hay otros monstruos que se visten de blanco, son los monstruos de la indiferencia. Tienen cara de viejas princesas, pero son también monstruos. A sus manos llegan las enfermas princesitas y dejan morir a sus hijos y a ellas también. Son esas profesionales que se deben ocupar de su salud, pero que no les importa lo que les pase. No os podéis imaginar la rabia que da que alguien muera por culpa de la indiferencia.
Hay muchas veces que la gente no entiende porque quieres ser médico de una especialidad u otra. Yo tengo muy claro, en el caso de especializarme alguna vez, cosa que dudo cada vez más, sólo sería o ginecólogo o pediatra. Es una cuestión de estadística. Estadísticamente hay más monstruos en el colectivo de hombres de los 14 a los 90 años que en cualquier otro colectivo que quieras acotar. De forma que no me interesa nada, no quiero tratar a alguien que estadísticamente tiene muchas posibilidades de ser un monstruo.
Pero también tengo esperanzas en estos temas. La evolución en el mundo ha sido para ir mejorando estas situaciones. En Mozambique también hay muchas mujeres que luchan por los derechos y la calidad de vida de las otras. Van consiguiendo pequeñas victorias y eso es muy importante. Aquí es muy complicado conseguir las cosas.
Tengo esperanzas porque esas pequeñas princesas no tengan que pasar por las cosas que pasan sus mayores, y si les toca sufrir alguna situación de estas, tengo esperanzas porque sean capaces de no tolerar las agresiones, la humillación, la vergüenza que los monstruos les provocan. Tengo esperanzas en que encuentre su camino para que la felicidad que muestran de pequeñas no la pierdan nunca.
El día 7 de abril fue el día de la mujer mozambicana. Esto es una pequeña reflexión alrededor de ese día.
Hace muchos días ya, en la oficina de GVC (otra ONG), estaba ayudando a Suzanne a recoger sus cosas, el proyecto acababa y estaba vaciando la casa y la oficina. Allí hay una familia con varios niños que son muy simpáticos. Mientras esperaba, la niña, la más pequeña se acercó, me sonrió, y se cogió de mi pierna cerrando los ojos. Los otros niños permanecían a una distancia prudencial, no fuera que el blanco les hiciera algo. Pero ella se acercó y me trató como si fuera alguien de su familia.
Claro, enseguida comencé a jugar con ella. La cogía de los hombros y le daba vueltas por el aire y esas cosas típicas que hacen que se rían mucho. Enseguida, los valientes muchachetes se acercaron para jugar también.
Muchas princesitas hay por todos lados. Conforme crecen van asumiendo las responsabilidades más importantes en la vida. El cuidado de los hermanos pequeños, la limpieza de la casa, trabajo en el huerto,... Y poco a poco los monstruos van apareciendo en sus vidas.
Las muchachas son embarazadas con 14, 15 años. Es rara la chica que con 20 años no tenga ya 3 ó 4 hijos. Obviamente con 30 ya tienen unos 6 hijos. Y me diréis que no salen las cuentas. Sí que salen, tienen 6 hijos y 4 ó 5 abortos por el camino. Pero aquí los abortos no son caprichos de la vida. Aquí los abortos son una situación normal, las embarazadas no dejan de llevar agua a la casa (4 ó 5 kms para recogerla), no dejan de limpiar, no dejan de trabajar en el huerto, no dejan de cuidar a los niños, no dejan de satisfacer a su marido. Ese es el monstruo esclavista.
Existen unas princesas de vestidos roídos y caras tristes. No pueden tener hijos, y en esta cultura, en medio del campo mozambicano, eso no es bueno. No está bien vista esa mujer. Muchas veces se dice que está maldita.
Hoy he ido a una serrería, quería comprar un poco de madera para hacerle unos juguetes a Chaka y a Misha. Estaba cerrada. He hablado un rato con el dueño que es un tipo norteamericano muy majo. Me ha contado que habían cerrado hoy porque ayer murió una de sus trabajadoras. Una chica joven, de unos 22 años. Los monstruos culturales se la habían comido. Ayer se ahorcó porque no podía tener hijos.
Existen también monstruos de carne y hueso. El otro día apareció en las noticias del país que habían desarticulado una banda organizada que se dedicaba a secuestrar chicas solteras, que no debían haber mantenido relaciones sexuales en los últimos cinco días. Las mataban, les cortaban la lengua y el esófago y les extraían el útero. Después estas cosas junto con la sangre se la llevaban a un curandero para que pudiera hacer sus trabajos. Estos son los monstruos de la ignorancia. Hay mucha gente con mucho dinero que acude a estos curanderos para que les hagan pociones y cosas de esas. El curandero en cuestión tenía dinero por todos lados, coches de lujo, mansión,... Y las pobre chicas eran torturadas por una mentira, por culpa de la ignorancia de los avariciosos de los poderosos. Pobre princesas mías.
Estos monstruos son brutales, son monstruos aniquiladores. Pero existen otro monstruos en el mundo que son peores. No acaban con las pobres princesas, las condenan a sufrir durante toda la vida.
Estas princesas no están sólo aquí, no son sólo mozambicanas, son también europeas, americanas, asiáticas,... Son pequeñas princesas con muchos sueños que los monstruos destrozan y dejan en muy malas condiciones.
Hay princesas que se enamoran. Dedican su vida a su pareja, dedican su vida a la satisfacción de su marido, cuidan de los hijos (sean de ella o no), hacen la comida, cuidan el huerto, dan a luz a los hijos. Pero a los monstruos no les gustan estas princesas. No les gusta ninguna princesa. Sólo les gusta jugar con ellas, hacerles daño. Cualquier princesa les vale. La madre de sus hijos es una más dentro de todas las que tienen. Satisfacen sus impulsos sexuales con ellas, satisfacen sus impulsos de violencia con ellas, les contagian el HIV, las abandonan por otras mujeres a las que explotar, las maltratan con sus palabras y hechos, ...
Hay otros monstruos que se visten de blanco, son los monstruos de la indiferencia. Tienen cara de viejas princesas, pero son también monstruos. A sus manos llegan las enfermas princesitas y dejan morir a sus hijos y a ellas también. Son esas profesionales que se deben ocupar de su salud, pero que no les importa lo que les pase. No os podéis imaginar la rabia que da que alguien muera por culpa de la indiferencia.
Hay muchas veces que la gente no entiende porque quieres ser médico de una especialidad u otra. Yo tengo muy claro, en el caso de especializarme alguna vez, cosa que dudo cada vez más, sólo sería o ginecólogo o pediatra. Es una cuestión de estadística. Estadísticamente hay más monstruos en el colectivo de hombres de los 14 a los 90 años que en cualquier otro colectivo que quieras acotar. De forma que no me interesa nada, no quiero tratar a alguien que estadísticamente tiene muchas posibilidades de ser un monstruo.
Pero también tengo esperanzas en estos temas. La evolución en el mundo ha sido para ir mejorando estas situaciones. En Mozambique también hay muchas mujeres que luchan por los derechos y la calidad de vida de las otras. Van consiguiendo pequeñas victorias y eso es muy importante. Aquí es muy complicado conseguir las cosas.
Tengo esperanzas porque esas pequeñas princesas no tengan que pasar por las cosas que pasan sus mayores, y si les toca sufrir alguna situación de estas, tengo esperanzas porque sean capaces de no tolerar las agresiones, la humillación, la vergüenza que los monstruos les provocan. Tengo esperanzas en que encuentre su camino para que la felicidad que muestran de pequeñas no la pierdan nunca.
El día 7 de abril fue el día de la mujer mozambicana. Esto es una pequeña reflexión alrededor de ese día.