English VersionARTÍCULO DE CHURCHILL
“La crítica con la que se encontró [Dickens] en su propio tiempo remarcó lo melodramático más que la naturaleza dramática de su genio; el admirador Ruskin lamentaba que “elige hablar en un círculo de fuego escénico”. Sería ocioso fingir que el lado malodramático de Dickens no es muy obvio, aunque puede variar de la crudeza de Nickleby a la comparativa delicadeza de Barnaby Rudge, Historia de dos ciudades, Casa Desolada y Edwin Drood. Dickens no progresó en su arte de forma tan sencilla como
hicieron Shakespeare y muchos otros escritores menores. Sus grandes aspectos están dispersas por su trabajo, y no tiene ninguna obra maestra sin alguna seria debilidad [...]
Las otras novelas que Dickens escribió a finales de los cuarenta y cincuenta no se leen normalmente en la infancia en absoluto (aunque algunos de ellos se leen con frecuencia en la escuela como libros obligatorios); sólo un moderno Young Bailey, un resumen de todas las reseñas literarias de nuestro tiempo, podría esperar hacer mucho de éstas a tan tierna edad. Su presentación común es una crítica de la sociedad victoriana, la cual, como en los capítulos en el asilo de pobres de Oliver Twist , va lo bastante profundo como para ser una crítica universal de la naturaleza humana. Como Oliver [Twist], tienen de este modo un interés doble: pueden ser interpretadas históricamente, o como ejemplos del arte maduro de Dickens. Aunque su desarrollo como artista literario fue muy desigual sería ocioso negar que en estas novelas de los cincuenta – Casa Desolada (1852-3), Tiempos Difíciles (1854) y La Pequeña Dorrit (1855-7)- alcanzó en seguida la crítica más penetrante de su tiempo y su mayor conocimiento mental de su material. La novela que precedió a David Copperfield -Dombey e hijo (1946-8)- está en la misma categoría que estas tres, pero el conocimiento mental de Dickens aquí era mucho menos seguro. Hay algunas buenas cosas en Dombey [e hijo], pero en general l novela deja una sensación de sentimentalismo que probablemente el autor nunca pretendió. En comparación con Casa Desolada y La Pequeña Dorrit, su crítica de la vida victoriana (el dinero es el personaje principal) parece demasiado obvia para ser convincente, aunque Kathleen Tillotson y F. R. Leavis han encontrado la novela poderosamente exitosa. Yo veo en Dombey [e hijo], en su totalidad, un valiente intento que Dickens alcanzó con más éxito en sus últimas novelas.
Chesterton consideraba Casa Desolada lo mejor de Dickens, y debe ser añadido que está, de todos modos, entre los mejores por algunas cualidades de lo más inchestertonianas. En general, Chesterton era un dickensiano temprano, un crítico que encontró el gran genio de Dickens en sus más exuberantes obras tempranas, en particular en Pickwick. No es que Casa Desolada sea nada prometedora; su fuerza yace en su combinación de diversas cualidades, todas dadas en los primeros veinte capítulos, el primer tercio de la novela. Nunca antes había comandado Dickens con tanta seguridad tan gran variedad: la comedia de Casa Desolada sólo es inferior a la de Chuzzlewit, y su crítica social va mucho más adentro; su sentimiento y melodrama están tan bajo control que cesan de convertirse en debilidades de cualquier orden serio; y su simbolismo es de una sutileza nunca antes probada.
El libro empieza con niebla, tanto real en las calles de Londres como simbólica en el Tribunal de la Cancillería. En poco tiempo conocemos a Krook, llamado Lord Chancellor entre los vecinos, y su tienda de trastos viejos simboliza el Tribunal. El drama de Chesney World está conectado con la crítica de la sociedad de la última moda (no tan bien creada como en La pequeña Dorrit o Nuestro común amigo, pero en un borde lo suficientemente afilado como para salvar el drama de ser meramente melodramático). La narración en primera persona de Esther Summerson es un tour de force remarcable para un novelista masculino, y su sentimiento, comparado con los de las primeras novelas, está severamente bajo control. La comedia de Guppy, Snagsby y el señor Chadband está muy bien hecha; y la señora Jellyby con su "filantropía telescópica", incluso más el señor Skimpole, son ejemplos de comportamiento egoísta de una sutileza más allá que la de Chuzzlewit.
El retrato de Skimpole es una de las mejores cosas en Dickens. La elocuencia de tales personajes como Chadband se nos había dado antes; pero Skimpole toca una nueva nota, una nota que sería tocada de nuevo en el padre de La pequeña Dorrit. Capítulo VI, donde Skimpole es arrestado por deudas y tiene el sentimiento epicúreo de que él preferiría una novedad como ayuda...desarrollar la generosidad en una nueva tierra, es comedia en su nivel más alto. Su tratamiento del hombre que va a arrestarle es demasiado largo para citarlo todo [...]
Gradgring y Bounderby [Tiempos difíciles] son figuras más creíbles que Bumble (o el señor Murdstone), igual que Sissy Jupe es más humana que Oliver (o la pequeña Nell). Hay comedia dickensiana en las relaciones entre Bounderby y la señora Sparsit (cuyo marido es un Powler) y entre Gradgring y la gente del circo; no hay melodrama en absoluto; y el sentimentalismo está incluso más severamente controlado que en Casa Desolada. Hay más excelencias impresionantes. Por otra parte, tenemos el relativo fracaso de Stephen Blackpool, relacionado hasta cierto punto, debemos suponer, con la comparativa ignorancia de Dickens sonre el norte. Se conocía Londres por los cuatro costados, y ninguna novela lo muestra mejor que Casa Desolada [...]
Uno de los signos de la grandeza de Dickens es que, habiendo alcanzado la perfección en uno de los terrenos de su arte, se volvió a otros terrenos y obtuvo nuevos triunfos. Hay grandes cosas en todas las novelas; Chuzzlewit, Casa Desolada y La pequeña Dorrit me parecen los mayores logros; cierto número de las otras me parecen obras maestras, puede que de un orden menor; y algunas de las novelas en las que podemos ver más fácilmente puntos débiles permanecerán probablemente entre nuestras lecturas favoritas. En este sentido, pero en ningún otro, Dickens es uno de esos raros escritores a quienes la crítica no les afecta."
Este artículo escrito por R. C. Churchill pertenece a The new Pelican Guide to English Literature, edited by Boris Ford. Volume 6 (p. 121, 130, 131, 132, 133, 134, 135). Penguin Books, 1982.
La traducción es Ioana Basterra López
Curso Académico 2000/2001
Hipertextos y literatura inglesa
© Ioana Basterra López
© a.r.e.a./ Dr Vicente Forés López
Universitat de València Press
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