La Ciudad de las Artes y las Ciencias se ha convertido en la tarjeta de presentación de Valencia y en elemento de anclaje del turismo cultural y generador de riqueza en la zona donde se ubica. El complejo se inscribe en una política cultural caracterizada por la vistosidad y las grandes infraestructuras. Sin embargo, no es el único museo de la ciudad ni tampoco el que goza de más prestigio. Entre las principales críticas que ha recibido el complejo desde su gestación, están los elevados gastos de construcción (más de 760 millones de euros, por el momento), su concepción comercial de la cultura, el precio abusivo da las entradas o el escaso aprovechamiento social y cultural de las instalaciones.

Diego Guill / Valencia

La Ciudad de las Artes i las Ciencias se gestó en los 80 bajo mandato socialista. Tras la llegada del PP al poder a mediados de los noventa, se encargó al arquitecto Santiago Calatrava la revisión del proyecto cuyo resultado es un complejo de ocio con cuatro partes independientes que se han inaugurado en escala: L’Oceanogràfic, L’Hemisfèric, El museo de les Ciències y el Palau de les Arts. Todavía queda un gran puente por construir y tres rascacielos que levantará también Santiago Calatrava. Erigido en emblema autóctono, el arquitecto ha encontrado en Valencia un cliente de excepción para sus espectaculares edificios. El modelo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se basa en la idea de museo espectáculo en la que el continente está por encima del contenido. Una línea que es justo la contraria que se adoptó en la construcción del IVAM, en la que se optó un exterior austero y unas exposiciones de calidad.