Llegó un día, inesperado, en el que la historia de del caballero andante enmudeció. Unos decían que seguía en Barcelona, otros que en Zaragoza, otros que había embarcado hacia las Indias y otros que simplemente había muerto. Don Quijote se fue convirtiendo, con el tiempo, en una fabulilla que se contaba a los niños antes de dormir.
El ventero, que sabía que se trataba de una historia
real, no podía soportar que la sociedad tomase las peripecias de Don
Quijote por una mera ficción, así que urdió un plan: hizo llamar a
todos aquellos escritores que, fascinados en su día por el caballero
andante, fueron en su busca y escribieron sobre él, con el fin de unir
todos sus textos para constatar la existencia de Don
Quijote.
Los textos de Marco Denevi, Gabriel Celaya, Jorge Luis Borges, Friedrich Nietzse, William Shakespeare, Miguel de Unamuno, Joseph Conrad y Franz Kafka se encuadernaron en un libro de tapas glaucas que depositó el ventero en una vieja estantería de la venta.