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ALICIA
Y CARROLL
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Un
crítico literario, Michael Holquist, ha escrito:
Muy bien pudiera ser que para Charles Lutwidge
Dodgson la palabra niño tuviera un significado altamente específico.
Significaba, en primer lugar, una niña; pero además una niña cuya edad
oscilase entre los diez y los trece años, que perteneciese a una clase
media alta, que fuese bonita e inteligente, y estuviese bien vestida y
educada. Pero es evidente que una visión tan restrictiva de lo que sea un
niño no es la que animó a Lewis Carroll como autor. Los niños a quienes
éste dirigió sus cuentos no están pensados por él en términos de
cronología, sino como un estado de inocencia y honestidad perceptual. Si
los niños son la audiencia propia del disparate, lo son sólo en la
medida en que dejan que las cosas extrañas sean extrañas, en que se
resisten a imponer por la fuerza viejos sistemas a lo nuevo y en que
subrayan más las diferencias que las semejanzas. |
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Para
un análisis literario de los cuentos de «Alicia» quizá este modelo
dicotómico sea el mejor criterio de interpretación. Con todo, y teniendo
en cuenta los datos biográficos conocidos, resulta difícil negarse a ver
un cierto paralelismo entre el progresivo alejamiento físico de Alicia
Liddell respecto de Dodgson en la vida real y una cierta y también
progresiva pérdida de vitalidad y de color en la heroína de los cuentos
infantiles de Carroll. Al pasar de Las
aventuras en el País de las Maravillas (1865)
a su viaje A Través del Espejo (1871) Alicia cambia la voracidad
por la locuacidad, y a la intensidad emotiva de sus vivencias y aventuras
le suceden conversaciones más razonables. En el mundo de sueño los
animales pierden protagonismo y la sociedad cobra un mayor grado de
presencia que la naturaleza. Un anticipo de ese cambio tiene ya lugar en
el paso del manuscrito de las aventuras subterráneas al libro de las
aventuras en el País de las Maravillas, que incorpora episodios más
discursivos, como los del Gato de Cheshire o la loca tertulia del té, y
extiende y complica en los capítulos finales el relato del proceso
judicial. Al mismo tiempo parece como si el progresivo alejamiento físico
de Alicia Liddell dejara espacio libre a una mayor afluencia de juegos
lingüísticos y 1ógicos y a la entrada de temas más «universales».
Complementariamente
va fraguándose también en el mundo de ficción un gradual
distanciamiento, con respecto a la heroína, del personaje que encarna en
el cuento a Carroll. En Alicia en el país de las Maravillas acompaña
como contrapunto a la vivaz e inquisitivo figura de la niña el no menos
vivaz, aunque inseguro, nervioso y atildado Conejo Blanco,
que en el manuscrito de aventuras subterráneas lleva además de guantes
un ramo de flores.
Posteriormente
Carroll evocó a este nervioso animal caracterizándolo en términos
autodescriptivos: «Y en cuanto al Conejo Blanco, ¿qué decir de 'él'?
¿Fue concebido y pensado como paralelo o como contraste de la figura de
"Alicia'? Claramente, como contraste. Si reemplazamos la
"juventud', 'audacia' y "vigor' de la niña y 'lo directo de sus
propósitos' por las notas de "mayor', 'tímido', "débil', y
'nerviosamente irresoluto', tendremos algo de lo que yo pensé que
fuera. Creo que el Conejo Blanco debería llevar gafas. ¡Y estoy
seguro de que su voz sería temblorosa y trémulas sus rodillas y de que
su entero porte sugeriría la incapacidad de ahuyentar de una voz a un
ganso!» («Alice
on the Stage», 1887). Precisamente
será el Conejo Blanco quien recite, en el proceso final de Alicia en
el País de las
Maravillas ,un
poema que parodia la popular balada
«Alicia Gray»
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y
contiene una críptica declaración de amor en sus tres últimos
versos («esto deberá ser para
siempre / un secreto, que todo el mundo ignore, / entre tú y yo»).
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En
A Través del Espejo el contrapunto carrolliano de la heroína lo
marca la estrafalaria, melancólica y desexuada estampa del Caballero
Blanco, que escoltará a Alicia hasta el lindero de la Octava casilla,
donde ella será -símbolo de su entrada en la adolescencia- coronada
Reina, y le pide que agite el pañuelo en señal de despedida.
En los últimos años de la vida de Carroll el hada «Silvia», niña-madre
sucesora de «Alicia» pero vitalmente empalidecida, queda desplazada por
la pasión que despierta en el anciano la abstracta Lógica.
Cuando
se hace de un artista objeto de investigación psicoanalítica interesa más,
por regla general, a quienes no son profesionales de la clínica el análisis
de sus procesos de sublimación que el de su patología.
Las
interpretaciones freudianas de Alicia, la mayoría de ellas aparecidas en
los años 30
y 40, retrocedieron ante las críticas del positivismo cientifista que
dominaba el ambiente
de los 50. Desde entonces la mitología psicoanalítica fue sustituida en
la hermenéutica carrolliana por alusiones estilo Gardner a la física de
partículas, teoría
incomparablemente superior al psicoanálisis en la explicación empírica
del mundo de la materia pero aún más ajena a la obra de arte.
Las vagas explicaciones psicoanalíticas de la paidofilia apelan a
la idea de “inversión narcisista”,sugiriendo que en ciertos niños
varones sensibles que han vivido con particular intensidad el vínculo
afectivo a la madre, puede no tener
lugar - o bien por ausencia del modelo paterno o por una cierta y sutil
aversión a él- la identificación con el padre en que normalmente debería
resolverse el complejo de Edipo. El resultado sería una clausura
narcisista en la propia infancia que más tarde, en la mayoría de edad
del sujeto, podría proyectarse al exterior, en el deseo de niños del
mismo o de distinto sexo como un desesperado intento inconsciente de
recuperar la felicidad perdida.
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Fue
una inteligente mujer catalana, la ben Plantada de Eugenio
D'Ors, la que sentenció que una cosa es la relación de la mujer con el
hombre y otra la relación de la musa con el poeta. Por eso el sencillo
esquema satisfacción /frustración no tiene en cada caso el mismo valor
explicativo. Pero también cabe la especulación literaria, más allá de
la clínica, sobre la patología, como es el caso, por ejemplo, del
pastiche de David R. Slavitt Alicia a los ochenta (1984) donde se
nos pinta a Dodgson/ Carroll como un Mr. Hyde consumado en el arte de la
pederastia; a Alicia como anciana cuya triste y octogenaria vida ha
consistido en guardar silencio sobre remotos acontecimientos que su
hermana Edith, siendo ambas niñas, delató a la madre; Y a Mr. Liddell y
Mr. Hargreaves, padre y marido de Alicia, consumidos por la duda, la
sombra del escándalo y el abatimiento de asistir, mientras su vida
declina, al imparable triunfo de los pueriles escritos del pederasta.
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COPYRIGHT
©
Ediciones
Cátedra, S.A.,1999
Alicia en el País de las Maravillas / A través del espejo
Edición de Manuel Garrido
NOTAS Las
fotografías mostradas en esta página son (por orden de arriba a abajo):
Alice Liddel, niña, fotografía tomada por Carroll; el Conejo Blanco
,ilustración de Tenniel, coloreada posteriormente y Alice Liddell
,adulta, fotografía que no fue tomada por Carroll. SI
TE INTERESA...
http://catlin.clas.virginia.edu/shadows/carroll/dodgson.html
Visita esta página si quieres ver muchos
más ejemplos de la trayectoria de Carroll como FOTÓGRAFO (incluidas
muchas fotos de Alice Liddell). Fotos de gran calidad, texto en inglés. http://www.lewiscarroll.org/photo.html
Completísimo listado de LINKS de páginas web dedicadas a la trayectoria
como fotógrafo de Charles Dogson/ Lewis Carroll. http://www.kbnet.co.uk/rleggat/photo/history/carroll-2.htm
Artículo en inglés sobre Lewis Carroll y su relación con los niños. |
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